Buenos Aires, 28/03/2024, edición Nº 4954
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Afirmemos la trascendencia al respeto

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Hace escasos dos días, una preocupada  mamá  me compartía una situación muy especial que se está presentando en la escuela pública primaria de nuestra Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a la que concurre como alumna de 5º grado, su hija menor, de 10 años de edad.
Resulta que están realizando una prueba piloto que consiste en que los docentes se distribuyen la presencia en las aulas  y la actividad en las mismas de tal manera de procurar dar una imagen clara de lo que es el funcionamiento de la escuela secundaria, y así lograr que los alumnos vayan  incorporando  el enfoque global de lo que comenzarán a vivir dentro de  dos  años.
Todo muy interesante, pero con un detalle adicional no muy grato: la docente titular de una de las materias se encuentra en uso de licencia y la suplente acaba de renunciar, porque había sido agredida físicamente, en ocasiones diferentes,  por dos de los “educandos”.
Aclaremos que la escuela pertenece a una zona de la ciudad que no refleja que las familias  tengan carencias económicas e incluso hasta que poseen  un  buen nivel de formación intelectual.
Va de suyo que comentando este asunto no estamos descubriendo nada nuevo, ya que noticias de esta característica son ingrediente muy asiduos  de los noticieros televisivos y radiales y la prensa escrita del país.
Es obvio que las grandes  preguntas son: ¿Por qué, chicos sin las carencias a las que siempre culpamos de generar  los hechos de faltas de respeto , tienen niveles de agresividad que provocan decisiones tan drásticas como las citadas y/o muchas otras que el espacio de esta nota no nos deja comentar? ¿Será porque eso es lo que ven todos los días en su propia casa?
¿O porque  por efecto de las necesidades y urgencias del diario vivir, se encuentran “abandonados” y necesitan desesperadamente llamar la atención?
Y la que se desprende de las anteriores: ¿Cómo encaramos la corrección de  este nivel de IRRESPETUOSIDAD, que parece ser que llegó para quedarse en nuestra sociedad?
En primer lugar, haciendo un trabajo de autocrítica que no es la moneda corriente en nuestra vida argentina. A lo sumo, la mayoría, luego de tomarse los cabellos y rasgar las vestiduras, y decir: ¡Esto no se daba en mi época!, terminan culpando a la estructura educativa, al gobierno de turno, etc. y muy rara vez, aceptando que la responsabilidad primaria está en el seno de cada familia.
Y segundo, NO abandonando ni delegando en otros nuestra responsabilidad como padres de  establecer con claridad los parámetros sobre los cuales nuestros hijos pueden y deben cimentar sus vidas, colocando y  manteniendo los LÍMITES, que por otra parte, suelen pedir  a gritos, aunque a veces no sean audibles y que con toda seguridad, cuando hayan crecido y madurado, nos agradecerán..
El sabio rey  Salomón nos alienta desde el  bíblico libro de Proverbios al afirmar: “EDUCA A TU HIJO DESDE  NIÑO, Y AÚN CUANDO LLEGUE A VIEJO SEGUIRÁ TUS ENSEÑANZAS”
El mes pasado dijimos que en materia de valores, el logro de mantenerlos y vivir de acuerdo a ellos en una sociedad que los va perdiendo, debe darse de arriba hacia abajo, o sea, de acuerdo a Salomón, de padres a hijos, y de éstos a los suyos,  de generación a generación. En resumen y parafraseando la vieja máxima española: “Lo que en el hogar no enseñamos,  no se lo reclamemos a otros ámbitos”.
Encaremos sin miedo la tarea de construir el RESPETO, que aunque ardua y de largo alcance, es posible. Si lo hacemos sin dejarnos vencer por las corrientes en contra, veremos y disfrutaremos los cambios que se generarán.
Si otros lo pueden hacer, ¿por qué no nosotros?
Dios les bendice
Pastor Carlos A. Caramutti

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