El Vecino fuera de la Corriente

El vecino fuera de la corriente espera la flor porque plantó la raíz. Lee varios libros por año y poco sabe de chat o fotolog. No va a la cancha porque ve violencia. Colabora con el Centro Cultural en el Sur, en el Norte y ni conoce el Bingo de la calle San Pedrito. Se queja por el aumento del pan y usa solamente por necesidad imperiosa el teléfono celular. Ayuda al necesitado a cruzar la calle. Toma el colectivo y no le afecta la suba de los taxis. Corre por las calles y plazas del barrio porque es gratis y saludable. Estaciona su automóvil en el lugar que “le dejaron” y da vueltas y vueltas, con tal de no tapar una rampa de discapacitados o molestar un garage particular. Aunque tenga su obra social, valora que el hospital sea público porque alguna vez lo sacó de un apuro.

El parroquiano critica a los talleres clandestinos y tiene miedo que en cualquier momento su PH, que tanto sacrificio le costó construir, quede atrapado entre las llamas por la negligencia de los vecinos del fondo. Contravenciona al puñado de prostitutas que invitan, ligeras de ropa, al sexo hasta a su nieto mayor Tomás, de once años.
Paga nafta a tres pesos pero cuando su pareja no lo ve le pone Súper en vez de Fangio XXI y prefiere invitar a comer a Tomás las hamburguesas caseras de la abuela, antes de pagar veinte pesos por las de Burger King.
El vecino fuera de la corriente tiene poco gas en su casa, lo cuida porque cree que si todos hacemos lo mismo, muy pronto su nieta Agustina tendrá gas en el colegio de Carabobo. No tiene cable, mira orgulloso los cinco canales de aire y está loco de contento porque la Eurocopa la dieron en Canal 9. Vio flamear de nuevo la “tricolor azurra” y le hizo acordar a su padre, Don Vicente, el peluquero de la calle Artigas. Prefiere mirar el Canal 7 que las forradas de Tinelli.
A diferencia del vecino común, éste lugareño lava el automóvil en la puerta de su casa porque con lo que se ahorra (unos treinta pesos por vez) paga la luz de un bimestre.
Este vecino puede ser José, Eduardo, Marta o Susana, una minoría comparada con el resto. Y no están cómodos con este sistema (explicado el mes anterior en esta misma página). Por ejemplo, Marta no se considera en absoluto “conformista”. Es propietaria a través de un crédito hipotecario que costó mucho pagar, ya que pasó por varias famosas crisis argentinas. Eduardo busca original, no pide trucho. Quiere invertir aunque sea menos pero al contado. Anhela ahorrar aunque sea un diez por ciento de su sueldo. Por eso camina y camina. Sabe que en invierno hay que salir igual a trabajar que en verano. Y que no sirve quejarse. “Nadie, salvo uno mismo, se arregla los problemas”. Por ejemplo, Susana no tiene hoy subsidios, pero tiene memoria. Pasó por el nefasto proceso militar, y fue detenida y obligada a abandonar su casa, sus afectos y cambiar su identidad.
El vecino fuera de la corriente vivió la Guerra de Malvinas con mucho dolor y no va al psicólogo porque no puede solventarlo. Vive el presente, construye el futuro. El vecino fuera de la corriente es un verdadero Houdini. No espera que suene el timbre de la lamparita bajo consumo y sabe que es imposible que llegue a soterrarse el Sarmiento o erradicarse de raíz el narcotráfico en la Villa 1-11-14 si antes no se los documenta y educa con nivel secundario a sus habitantes. Prefiere el banco de la plaza antes que el Shopping de Soros. Es difícil empaquetarlo y más complicado aún ponerlo en “una bolsa de gatos”, porque vive orgulloso en un mundo simplista.

(*) Escrito por Roberto D´Anna, fundador de Flores de Papel. Este texto fue publicado en este periódico en junio de 2008 y un año después en su libro, “San José de Flores, el Barrio de los Locos”.