Buenos Aires, 28/03/2024, edición Nº 4954
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Filosofía y Letras denuncia trata de menores en su sede

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Dicen que hay chicos que se instalan allí y piden plata. Según un comunicado firmado por el decano, docentes y alumnos, deambulan por los pasillos y tienen protección de adultos e integrantes del Centro de Estudiantes. El caso de una profesora golpeada.

Fue un pelotazo en la panza de una profesora embarazada aquello que desencadenó la denuncia. Los hechos ocurrieron el jueves 10 de noviembre. La mujer daba clases en una de las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y salió al patio a pedir a un grupo de chicos que jugaba un picado de fútbol que dejaran de hacer ruido. Las autoridades académicas dicen que no se trató de una agresión, pero sí de una respuesta accidental, al bajo vientre. La docente se encuentra fuera de peligro y su embarazo no corre riesgo. Pero el caso puso bajo debate una situación frecuente dentro del edificio de la calle Puan a la que ahora buscan ponerle fin.

Según un comunicado emitido días después –firmado por el decano, secretarios, profesores, estudiantes y personal no docente–, una cantidad indeterminada de menores circula a diario por la facultad pidiendo dinero. Pero no por voluntad propia, sino inducidos por adultos que les brindan protección. La denuncia es delicada. “Estamos convencidos –dice el documento– de que tanto los niños que deambulan por la Facultad como algunos mayores que piden dinero son víctimas de un sistema de trata de personas”.

El comunicado sigue: “Los menores no están autorizados a entrar y permanecer en la institución. Pero personas que se identifican como integrantes de comisiones del Centro de Estudiantes les facilitan el ingreso y protección”. Y concluye: “Tras lo ocurrido con la profesora, algunas de esas personas impidieron al decano desalojar a los menores del patio. Esas mismas personas ocultaron a los chicos que golpearon a la docente”.

La máxima autoridad de la casa de estudios, el decano Hugo Trinchero, reconoce la situación, pero también asegura que “no es la única facultad donde sucede” y subraya el carácter histórico del caso. Según Trinchero, y muchos de los estudiantes consultados ayer durante una recorrida de Clarín , a esos menores se los vio crecer dentro del edificio. “Están desde fines de los ‘90, por lo menos, y se cree que están mejor adentro que afuera”, coinciden varios alumnos. “Algunos ya son adolescentes”, dice el decano, y agrega: “Entran a pedir, no por cuenta propia. Por eso decimos que son víctimas de un sistema de trata. Nosotros no estamos en contra de los chicos y tampoco queremos a la Policía en la Facultad. Los consideramos víctimas y los queremos cuidar, buscando una solución”.

Loreley El Jaber, la docente que recibió el pelotazo, hará hoy una nueva presentación antes las autoridades educativas. “Les pedí a los chicos tres veces que pararan y no me dieron bolilla. La pelota siempre siguió rodando y en ese momento recibí el pelotazo, al costado de la panza”, explica. “Entré en crisis y me puse a llorar”.

De tan habitual, la presencia de los chicos está naturalizada. Según el relato de varios estudiantes consultados, además de deambular por los pasillos, interrumpen las clases para pedir dinero. “Es cierto –admite el decano–, esos momentos ponen a los docentes en situaciones difíciles”.

La pregunta: si pasó tanto tiempo, ¿por qué recién ahora se intenta modificar la cuestión? “Con lo de esta mujer –explica Trinchero– se llegó a un punto límite. Siempre intentamos evitar que entren, pero es verdaderamente difícil intervenir en esto, que incluso genera debate interno porque muchos estudiantes los protegen. Por eso pedimos ayuda al ministerio y al gobierno porteño”.

Ahora, las autoridades académicas esperan que desde el Gobierno de la Ciudad les hagan una propuesta sobre qué hacer con esos menores. “Nos reunimos antes de asumir y ahora volvimos a hacerlo. El tema está en discusión”, dice Alejandro Valitutti, secretario de Extensión universitaria.

“Se tiende a creer que una Universidad pública debe funcionar como una plaza pública, pero no es así. Una universidad es un lugar de adultos y no de chicos. Creemos que el lugar natural de los chicos es la escuela y que además, la universidad no es un ámbito para controlarlos y cuidarlos”, concluye Trinchero.

 

Fuente: Clarin.com

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