Buenos Aires, 18/04/2024, edición Nº 4975
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Flores, mucho más que inseguridad y catástrofe

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Más allá de los hechos singulares que alcanzaron visibilidad en los últimos meses, existen en el barrio una serie de experiencias colectivas que se despliegan a través del sostenimiento de espacios culturales, políticos y sociales.

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(Barrio de Flores) Desde hace unos meses, el barrio de Flores y sus alrededores están siendo escenario de una serie de hechos de violencia que le otorgan, una vez más, una significativa visibilidad mediática como territorio abandonado a la desolación. Esta construcción muestra al barrio como “tierra de nadie”, e instala la inseguridad y la catástrofe como las únicas variables explicativas, y el aumento de controles securitistas como la vía privilegiada de solución, replegando a la sociedad e intentando despojarla de los lazos comunitarios que la constituyen.

El 26 de febrero, una joven fue violada a la vista de varios transeúntes en Chivilcoy y Bacacay cuando iba a su trabajo. A los pocos días y a unas cuadras de allí, ocurrió otro hecho similar. Dos meses más tarde, el 27 de abril, se incendió un taller textil en Páez y Terrada y dos niños de 5 y 10 años murieron asfixiados. El 7 de junio, otro niño de 5 años fue asesinado por su padrastro en la calle Yerbal al 2700. Exactamente un mes más tarde y sobre la misma calle, a unas ocho cuadras, se incendió un nuevo taller textil. Coincidencias de espacio y tiempo, quizás, pero también de respuestas gubernamentales que por inacción quedan reducidas a la orden de incrementar los patrullajes policiales en la zona de las violaciones, allanar y clausurar talleres, separar del cargo a la maestra y la directora del jardín de infantes al que concurría el niño asesinado por su padrastro.

En definitiva, un intento por colocar en las páginas policiales problemas que son políticos y sociales.Siguiendo los rastros más evidentes de esta sucesión de hechos, es fácil concebir la configuración de un territorio expulsivo que pareciera tener poco más para ofrecer que una invitación al resguardo en la privación del hogar. Sin embargo, existen otros modos de habitar y conformar el barrio, modos menos visibles en términos mediáticos y omitidos por las formas rápidas e intermitentes de intervención estatal a distancia. Flores no es uno, sino una multiplicidad de barrios que conviven como una sucesión de planos superpuestos.

Existe una economía popular que conforma un territorio conflictivo pero irreductible a las lógicas más espectaculares de la prensa policial. Un territorio fundado por el encuentro de una multiplicidad de singularidades cuya experiencia vital no se reduce al miedo ni se reconoce en ciertas formas culturales de la clase media porteña, ilustrada y más o menos progresista. Algunos de los puntos que componen este plano territorial se concentran en torno al polo comercial de la Avenida Avellaneda, los talleres textiles, la venta ambulante y las fiestas populares. En ellos, el cálculo y el deseo se entretejen conformando una inteligencia colectiva ignorada por los ámbitos pretendidamente intelectuales y de funcionarios de Estado. Pero no por una economía cuyo consumo, tanto en los grandes shoppings como en las ferias más informales, se sostiene gracias a los bajos costos de producción que encuentra en Flores a uno de sus principales centros.

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Existen, también, en otro plano territorial, una serie de experiencias colectivas de gestión de lo común que se despliegan a través del sostenimiento de espacios culturales, políticos y sociales en los que se tejen vínculos afectivos entre quienes formamos parte de ellos. Grupos de teatro comunitario, escuela de oficios, proyectos editoriales, bachilleratos populares, formas autogestivas de producción, asesoría textil, talleres artísticos, cooperativa de vivienda, constituyen algunas de las experiencias cuya conexión conforma también un territorio singular. Una suerte de corredor subterráneo por el que transitan formas de vida furtiva de la línea que se desplaza de manera pendular entre la agenda mediática y la privatización de la existencia.

Más allá de los hechos singulares que alcanzaron visibilidad mediática en los últimos meses, quienes formamos parte del entramado comunitario del barrio sostenemos una “otra agenda”, que no se restringe a correr tras respuestas rápidas ante conflictos emergentes, sino que mantiene de manera cotidiana una cantidad de propuestas político-culturales que van de la presentación de libros a la organización de charlas abiertas, de la oferta de talleres artísticos a la realización de festivales y ferias, de la proyección de películas a la promoción de obras teatrales. Esta otra agenda busca también ser sensible a los hechos de violencia, pero no de una manera reactiva. Desplegamos ante ellos una serie de acciones tendientes a poner en funcionamiento formas organizativas que permitan abordar la complejidad inmanente a cada situación, los múltiples planos que componen la compleja trama de la geografía barrial.

Organizamos charlas con activistas feministas que piensan la relación entre las formas de explotación capitalista y la opresión sobre el cuerpo de las mujeres. Intervenimos el barrio con carteles denunciando los abusos sexuales y llamando a la necesidad de elaborar prácticas de cuidados mutuos entre vecinos. Realizamos una acción artística contra la violencia con muestras fotográficas, música y danzas. Conformamos una Asamblea Textil a los fines de comprender la situación de los talleres y otras formas de trabajo sumergido irreductibles a la dicotomía entre lo legal y lo ilegal. Hicimos una serie de acciones en la Plaza de los Periodistas, frente al taller incendiado, en las que expusimos fotos del proceso de trabajo de la Asamblea y una obra de teatro representativa de los modos gubernamentales de privatizar el barrio. Comenzamos a avanzar en el armado de una asesoría que pueda intervenir ante situaciones específicas de explotación en talleres textiles buscando elaborar respuestas que no se circunscriban a la denuncia y la clausura. Organizamos junto a padres, vecinos y docentes acciones de protesta ante las puertas del jardín de infantes en repudio contra la arbitrariedad de la separación del cargo de la maestra y la directora dictada por el Ministerio de Educación.

Estas distintas prácticas pretenden dar cuenta de la existencia de una multiplicidad de planos superpuestos, paradójicamente invisibilizados aun cuando una serie de hechos tan conflictivos como complejos colocan al barrio de Flores en las primeras planas de todos los medios. La persistencia de una economía popular ante el despliegue de las intervenciones securitarias da cuenta tanto de su vitalidad como de la centralidad que la misma asume en el sostenimiento del consumo. La capacidad de respuesta inmediata del entramado comunitario, y no sólo por su rapidez sino, sobre todo, por su ejecución al pie de los hechos, su conexión con formas cotidianas de producción territorial y su íntima relación con quienes se encuentran directamente implicados en cada una de las situaciones, da cuenta de su potencia y sensibilidad ante lo que acontece. Cada una a su manera conforma las expresiones subterráneas y proliferantes de las fuerzas vivas del barrio.

Agenda Cultural y Comunitaria de Flores

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