Allá lejos y hace tiempo, los pagos de Flores pertenecían al pago Matanza. Un terreno colonial, imagen de la pampa y extensa llanura. Pocos habitantes y riqueza agraria conformaban el extenso territorio que a merced española fue entregado en latifundios. La campaña hoy está lejos, la fisonomía barrial hoy es centro comercial y de consumo. Pensar que en nuestro barrio crecía hinojo, parece ficticio, el suelo de la urbe en el que se levantan torres y edificios hace algunos siglos fue fértil. Las plantas crecían y el ganado pastaba. Hoy solo las casas antiguas con fondos floridos, nos acercan al pasado de chacras y quintas.
En el marco de las conquistas y expediciones españolas, en el año 1580, Juan de Garay fundó la ciudad de la Santísima Trinidad en el puerto de Santa María de los Buenos Aires y lo que hoy conocemos como barrio San José de Flores, se denominaba pago de la Matanza. El repartimiento de tierras se dividió en chacras destinadas a la agricultura y ganadería. Las mercedes de tierra tenían el fin de colonizar la pampa húmeda.
Hacia el año 1609 el gobernador Hernandarias procedió al reparto de las chacras del oeste, el español Mateo León de Ayala fue beneficiario de la merced de las tierras que hoy conforman nuestro barrio, convirtiéndose en propietario de las tierras que se extendieron desde las barrancas del Riachuelo hasta la calle hoy denominada Álvarez Jonte. Este latifundio se dedicó a la explotación agrícola y se extendía desde la calle Portela hasta Hortiguera. Mateo León de Ayala necesitaba tierras para alojar a sus 500 vacunos y ovinos que traía desde el Alto Perú. Hernandarias consideró que su contribución ayudaba al crecimiento de esta población y ciudad. En tierras linderas los jesuitas compraron tierras para el cultivo y cría de ganado durante el siglo XVII; construyeron tambos, mataderos y talleres. Instalaron hornos de ladrillos y criaderos de aves.
Al morir León de Ayala, las tierras fueron heredadas por sus hijos, yernos y nietos, la merced original de Hernandarias fue otorgada a Francisca Cabral de Ayala. Las tierras de Francisca se legaron a sus sobrinas. Petrona Cabral Bohorquez casada con el capitán Amador Fernández de Agüero compró las partes de los demás herederos y quedó como única propietaria de tierras. Ellos habitaban en la ciudad, y en sus tierras reinaba el abandono, la maleza y las plantas de hinojo. En el año 1728 los Fernández Agüero vendieron sus tierras a su yerno Andrés Dávila, esposo de Mariana su segunda hija. Mariana al enviudar en el año 1741 vendió las tierras al abogado Alonso Pastor, el mismo se comprometió a pagar en cuotas con un 5% de interés. Pastor para mantenerse vendía cardos secos de la chacra como leña a la ciudad. Su pobreza lo empujó a la indigencia y la propietaria obtuvo la devolución de sus tierras. En el año 1776 logró vender las tierras a un estanciero de la ciudad Juan Diego Flores. En este período se asentaron labradores con sus familias y comenzaron a producir frutas y hortalizas que se consumían en la ciudad de Buenos Aires.
Juan Diego Flores murió en al año 1801, los herederos fueron su hijo adoptivo Ramón Francisco Flores y su viuda. Ramón Flores se conectó con el administrador de las tierras de su padre, Antonio Millán, a quien manifestó su intención de venderlas. Su consejo fue lotear la propiedad y erigir un pueblo, de esta forma se fraccionó una propiedad agraria. Donaron una manzana para la plaza pública y otra al cabildo para los corrales de los futuros mataderos públicos. A pocas cuadras se instalaron los mataderos y corrales. Juan Diego Flores, antes de morir, había comprendido que era necesario fraccionar el latifundio, la chacra era difícil de mantener y se volvía antieconómica.
Por aquellos años las chacras se transformaron en quintas, casas de fin de semana de vecinos de la capital, allí crecieron durazneros, álamos y se crearon algunas huertas, manteniendo un aire semirural. Flores era un buen lugar para obtener leña para los vecinos de la ciudad. Las quintas se establecían con casonas y parques con arboledas. El fraccionamiento originó la creación de minifundios que abastecían a la ciudad de hortalizas y frutas.
El pueblo de San José de Flores se hallaba atravesado por el Camino Real, por allí circulaban las carretas y el ganado que se llevaba a Buenos Aires, para alimento de la población. La manzana de Juan Bautista Alberdi, Camacuá, José Bonifacio y Esteban Bonorino fue un matadero donde se carneaba animales.
Flores hacia el siglo XIX era el jardín de recreación de Buenos Aires, y también un centro de abastecimiento. El avance de la urbanización condujo a la decadencia de la producción. En estas tierras hubo vacas, durazneros y arboledas. Nuestro barrio hoy carece de espacios abiertos, pocas son las plazas que oxigenan la urbe y nos remontan a un pasado campestre.