Está limitado por las siguientes calles y avenidas: Gaona, Donato Alvarez, Curapaligüe, Directorio, Carabobo, Castañares, Camilo Torres, Norberto de la Riestra, Perito Moreno, Lacarra, Dellepiane y Cuenca. Es un barrio muy particular, muy heterogéneo; lleno de historia, de cultura, de personalidad. Algunos hablan hoy en 2012, que tiene cerca de 150.000 habitantes. Y que otros tantos, están de tránsito todos los días por sus calles y avenidas.
Cuenta todavía con casas de una o dos plantas, con fachadas de diferentes estilos, como “art decó”, “art nouveau” y “academicismo”, algunas típicas neocoloniales, etc. que recuerdan el pasado glorioso y rico del Flores de las quintas veraniegas. También conviven con torres de departamentos, de todo tipo. Es un barrio lleno de sol y de luces, con mucho movimiento de gente y mucha vida. Tiene subbarrios como el Varela o el Barrio Bonorino, de casas ex municipales.
Su nombre, San José de Flores, es compuesto. El primero, San José, corresponde al patrono elegido para velar por la primera capilla del lugar; el segundo, es el apellido de Juan Diego Flores, quien invirtió gran parte de su cuantiosa fortuna en tierras que luego formarían el barrio.
Fue muy famoso por sus quintas enormes, generalmente usadas en temporada estival, pero sobre todo por la personalidad de sus ocupantes, así pues, el mismo Juan Manuel de Rosas tenía su establecimiento de campo cerca de Flores, además era asiduo visitante de la quinta de los Terrero, socio, compadre y a veces, su apoderado judicial. La quinta de Terrero estaba ubicada en lo que actualmente es la avenida Rivadavia 6440. Se hacían allí grandes fiestas y reuniones políticas. Es en el portón de esa quinta dónde Manuelita Rosas despidió a su Máximo, cuando éste partía a la batalla de Caseros, como ayudante de su padre, ocasión en que le obsequió su pañuelo, bordado por ella misma y que hoy se conserva en el Museo
Histórico Nacional.
Hasta el Gral. Urquiza instaló en el barrio su casa quinta después de Caseros, a la que llamó Palacio San José. Queda en la calle de la Federación (hoy Av. Rivadavia) y Carabobo. En esa casa fue donde Urquiza, promulgó la Ley Fundamental y la mandó imprimir. Allí se juró y comunicó a todo el país. En ese mismo lugar se firmó el Pacto de Unidad Nacional en noviembre de 1859, en el que se reintegra la provincia de Buenos Aires a la Confederación.
Se podrían enumerar cientos de quintas de personajes importantes, pero vamos a limitarnos por ahora solamente a la del inglés Eduardo Mulhall, llamada “Lambaré”, en homenaje al cacique del mismo nombre. Dicen que su dueño era un personaje muy querido y elegante, vestido siempre de levita y portando galera de copa gris, de tan buenos modales que lo llamaban “el inglés bueno”. Sus jardines eran especialmente reconfortantes por el perfume de los eucaliptus, y pinos que actuaban como un sedante que invitaba a la meditación, Entre otros, fue muy visitada por su vecino, el Gral. Roca, quien gozaba de los jardines y de la companía del inglés, matizando sus encuentros con el juego de ajedrez.
En la iglesia del lugar se realizaron los funerales de Manuel Dorrego y en la plaza del pueblo se fusilaban, en pelotones, a los opositores de Rosas. En 1857 se inauguró la primera línea de ferrocarril que iba desde la actual Plaza Lavalle hasta La Floresta.
La avenida Rivadavia, antes llamada El Camino Real, es su columna vertebral, el corazón del barrio, en la que se concentra gran parte del comercio y actúa como corredor urbano. Es la que divide Flores Norte de Flores Sur. La primera es la zona alta donde se encuentra el casco fundacional del barrio. Hacia el sur, la zona baja, inundable, llamada Bañadón de Flores o Bajo Flores, que constituye la zona más pobre.
Alrededor de la Basílica de San José, son únicos de la ciudad por su forma, tres pasajes peatonales formados en las calles Salala, Pescadores y Espejo.
La Plaza General Pueyrredón, conocida como Plaza Flores queda en la Avenida Rivadavia y las calles Yerbal, Artigas y Cayetano. Fue un terreno baldío hasta que en la época de Rosas se construyeron los primeros jardines y se plantaron numerosos árboles, hasta adquirir el aspecto de paseo público que aún mantiene.
El Cementerio de Flores se instaló en 1807 y actualmente ocupa un perímetro rodeado por las calles Balbastro, Varela, Castañares y Lafuente.
De las iglesias católicas la más importante es la Basílica de San José de Flores, de estilo romántico, con una preciosa cúpula con techo de pizarra, sostenida por 4 columnas jónico-corintias; queda en la Av. Rivadavia 6950.
La de Nuestra Señora de la Misericordia queda en Directorio 2118; la de Santa Clara, en Zuviría 2631; de Ntra. Sra. De la Visitación, en Páez 2871 y la iglesia Reina de los Apóstoles en Avellaneda 2679.
Son de destacar en este “especial” barrio de Flores, los diferentes templos pertenecientes a otras religiones, especialmente las sinagogas, ya que hay una comunidad judía muy grande que, venidos desde Damasco y Alepo, se insertaron en Flores de una manera distinta a la de otros lugares.
Han crecido, y se han desarrollado y no han querido emigrar. Se han aquerenciado y las nuevas generaciones aún siguen afincadas en el lugar, especialmente en la calle Avellaneda entre Nazca y Campana y sus adyacencias. Además de fomentar el comercio y la industria, construyeron el templo de la calle Avellaneda al 2800, la sinagoga de la calle Morón al 3000 y el “Bet Am” de Bilbao al 3000. Fundaron la escuela integral “Maimónides” y “Puertas de Sión”, con su sinagoga, en Helguera 354.
Los armenios también se establecieron fuertemente en el sur de Flores, construyendo un barrio de 200 casas. Se dedicaron al calzado y a la construcción, compitiendo con los italianos que eran famosos en el ramo. También se los conoció como “tacheros” por su habilidad para arreglar ollas, palanganas y otros objetos metálicos por el estilo. Fundaron la Iglesia Armenia Santa Cruz de Varak, en José Martí y el colegio “Arzfuní”.
Hablando de las distintas comunidades, no se puede dejar de mencionar a la vasca, tan ruidosa como pintoresca. Agrupados cerca de la estación, esperaban los tachos de leche para repartirla a caballo, con sus boinas negras, sus clásicas alpargatas y sus anchos pantalones ceñidos en el tobillo sostenidos por la ancha faja en la cintura. Eran típicos frecuentadores de pulperías y boliches. Así fueron creciendo esos locales con nombres que luego jamás se olvidarían, como la del Vasco Milonga, la del Colorado, la de la Vasca. Muy famosa fue La Paloma, de Culpina y Alberdi, donde se inspiraron payadores y poetas nuevos sinónimos de bravura y de guapeza. Es allí donde Enrique Cadícamo escribió su tango.
El café Colón, frente a la Plaza, sobre Artigas, fue concurrido por esas barras bravas y esos poetas, entre ellos, Vedani, autor del tango “Adiós muchachos”. “El Café de las Orquídeas”, en Artigas y Yerbal centro de reunión de obreros y trabajadores que acudían a distraerse con las cartas y el billar. Es en este café donde Roberto Arlt, vecino del barrio, compuso gran parte de su famoso cuento “El Juguete Rabioso”. Hoy, entre sus escritores más famosos en vida se destacan César Aira (“Las Noches de Flores”, “La Villa”, Canela (varios cuentos infantiles y su película sobre los 200 años de Flores) y Roberto D´Anna (“San José de Flores, el barrio de los locos” y “Vivir en una Casa Ex Municipal de Flores”. D´Anna también es el editor del periódico “Flores de Papel”, que en febrero de 2012 cumple 150 ediciones consecutivas mensuales..
En la conocida confitería La Perla de Flores otro “vecino”, Julio Cortázar, escribió uno de sus mejores cuentos “Lugar llamado Kindberg”.
Del barrio, era el Chino Guichandut, y allí se inspiró para componer la música de grandes tangos como Misa de Once y Melenita de Oro, dedicado este último a su esposa, llamada Tesoro.
El periodista y escritor Alejandro Dolina, hace una descripción muy buena del barrio en su libro Crónica del Angel Gris. Fue de la zona, el famoso payador Gavino Ezeiza, y también el no menos famoso Juan Moreira, cuyo verdadero nombre fue Juan Gregorio Blanco. Por último y para poner un punto final se recordarán a dos vecinos que honraron a Flores y que fueron don Juan José de Soiza Reilly, redactor de la famosa revista Caras y Caretas y don Baldomero Fernández Moreno, quien inmortalizó al barrio con sus estrofas.