Buenos Aires, 17/06/2025, edición Nº 5400
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Abuelos de Flores, ¿eran los de antes?

Y llegó el día en que saldría, por primera vez, a pasear con mi nieta Agustina (5) solos. Se notaba en la cara de mi hija y su marido la preocupación típica de los padres y ni decir la cara de la abuela, mi esposa, sería como perro en bote. Sin embargo, mi plan seguía avanti.

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Escribe Luis Alberto Zucchi

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Y llegó el día en que saldría, por primera vez, a pasear con mi nieta Agustina (5) solos. Se notaba en la cara de mi hija y su marido la preocupación típica de los padres y ni decir la cara de la abuela, mi esposa, sería como perro en bote. Sin embargo, mi plan seguía avanti.

Por mi mente pasaban los momentos en que mi abuelo me llevaba tomado de la mano a su paseo dominguero comenzando por la calesita de Plaza Irlanda, adoptada por los vecinos de Flores Norte y que terminaba con un rico café con leche en el café “La Humedad” y algunas veces en el “Lumintón”. El se leía su diario, saludaba a todos sus amigos mientras yo veía con mucha atención como los mayores hacía carambolas en los billares o bien jugaban a los naipes y al dominó.

Algunas veces nuestras escapadas se hacían más largas cuando íbamos a visitar a algún pariente y nos subíamos al tranvía 84, que sensación más linda escuchar el sonido del timbre para que la gente baje y que se accionaba con una soga que iba de punta a punta, que recuerdos tan bonitos vienen a mi mente y que hoy desde el lado del mayor trataré de revivir con Agus con algunas variantes típicas del cambio de hábitos y de la modernidad…

Al decirle que suba al auto en el asiento de atrás lo primero que me plantearon fue de poner el huevo… ¿qué?, se referían al asiento para niños que se instala en los coches, bueno, ok, vamos a ponerlo. Noté, ante la mirada de la familia, que se me complicaba un poco pero debo tener alguna vena vazca ya que después de 40 minutos de lucha y sin ayuda lo logré y pude emprender el camino hacia la Plaza Flores o Plaza Gral. Pueyrredón, su verdadero nombre.

Después de dar varias vueltas logre estacionar y sacar a Agus de su silla y fuimos directo a la calesita, en el trayecto no la notaba muy convencida o algo íntimamente no me cerraba pero no pasaba de esa sensación la cual se transformó, por parte de ella, en alegría al ver la calesita que no funcionaba…

Ante tal frustración me dirigí a la Galería que tiene juegos, mi nieta los miró y me dijo cual Borromeo, “ cuando nos vamos?”, bueno, vayamos a tomar algo le dije y ahí nomás nos sentamos en una confitería que antiguamente era La Perla de Flores, hoy San José, pedimos dos bebidas y un tostado que apenas comió al igual que unos pocos sorbos le dio a su coca… Aboné la consumición, volvimos a su casa, yo totalmente abatido y pensativo, cuando Agus con sus cinco inocentes años me devolvió la alegría con una frase al decirme “ gracias abuelucho por el paseo”, se metió en su cuarto, tomo sus muñecos y les contaba la salida conmigo.

En definitiva, será cuestión de aprender a manejar la aceptación y entender que los tiempos han cambiado y con la esperanza de que mi nieta se acuerde de este paseo.

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