Cada vez tenemos menos árboles

La Ciudad de Buenos Aires respira cada vez menos. Y nuestro barrio de Flores también. Sucede que, en los últimos años, la población de árboles porteños situados en veredas de nuestras calles se redujo en casi 150 mil ejemplares: una disminución del 20 por ciento respecto de las dos últimas décadas.

Este dato, aportado por expertos del Jardín Botánico, refleja en principio la pérdida de riqueza verde. Y alude al impacto que está teniendo en la fisonomía de la Capital Federal el avance de los emprendimientos viales e inmobiliarios. Es la proliferación de estos desarrollos y una falta pronunciada de gestión oficial en la materia, loo que provoca el continuo sacrificio de muchos árboles adultos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que un ambiente saludable es aquel en el que existen entre 10 y 15 metros cuadrados de espacios verdes por habitante. Buenos Aires está lejos de ese estándar: no alcanza el mínimo recomendado debido a que apenas cuenta con seis metros cuadrados de áreas verdes por persona.

A pesar de este panorama, el Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño puso en marcha un plan para transformar los árboles muertos en obras de arte, una iniciativa importada que consiste en convertir los troncos secos en esculturas. Esta medida ya fue aplicada a algunos árboles de los barrios de Belgrano, Floresta y Recoleta.

Diego Santilli, ministro de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad, indicó a Diario Z que “es algo que ocurre en muchas ciudades del mundo y con éxito. Son árboles muertos, que ya no cumplían su función y quisimos darles un valor artístico. Estamos convencidos que este tipo de intervenciones, otorgan un plus de estética a los barrios”.

Más allá del embellecimiento que este proyecto pueda aportar a los barrios porteños, lo cierto es que la misma propuesta oficial va a contramano de la Ley N° 3263 de Arbolado Público Urbano, promulgada en enero de 2010. La norma establece en su Artículo 15 que en caso de que un árbol no pueda ser recuperado por su estado sanitario o condiciones físicas, debe ser reemplazado por otro ejemplar de la misma especie.

Santilli argumentó que los inspectores de la Ciudad tienen orden de identificar y establecer el cambio del ejemplar muerto aunque, por el fin estético ahora buscado, el reemplazo finalmente no se lleve a cabo.

Por fuera de la palabra oficial, y según trascendió en los últimos días, el proyecto artístico del macrismo también tendría un componente económico, ya que hoy por hoy resulta menos costoso convertir los árboles muertos en obras de arte que extraerlos y plantar otros en cada lugar.

Asimismo, el hecho de que la medida sea exitosa en otras ciudades del mundo como Madrid o Nueva York no justifica su implementación. Sobre todo, si se tiene en cuenta que las urbes mencionadas disponen, respectivamente, de 15.9 y 23.1 metros cuadrados de vegetación por habitante, es decir, una superficie verde tres veces superior a la de la Ciudad.

La baja proporción de áreas verdes que hay en la Ciudad con relación a los niveles recomendados por la OMS -aunque Buenos Aires aparenta ser un lugar con muchos árboles-, se vio reflejada en el último censo de arbolado concretado en Capital Federal. La medición arrojó que la cantidad de ejemplares en suelo porteño es cada vez menor.

Así, de los casi 500 mil árboles que hace al menos dos décadas había en alineación -o sea, los árboles que están a lo largo de las calles-, hoy sólo sobreviven 360 mil plantas pertenecientes a 96 especies diferentes.

Ricardo Barbetti, biólogo y miembro del museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, aportó una mirada sobre la medida oficial. “Es necesario tener más árboles vivos, no obras artísticas. Es sabido que mejoran el estado de ánimo de las personas, moderan el clima y purifican un aire cada vez más envenenado por elementos como el humo de los coches”, dijo. Simple y sin discusión. Tanto como que los árboles, pulmones naturales de la Ciudad, son elementos fundamentales para la sustentabilidad del paisaje urbano.