Así como lo lee en su título. Nuestro Barrio de San José de Flores, tiene colchón propio. No justamente ese denominado “colchón” que le pueda preservar de las malas políticas, chorros, homicidas, narcos, violadores y pestes. Se trata de un simple, roñoso y maloliente colchón que viaja a través de la Avenida Rivadavia, con uno o dos tripulantes igualmente roñosos y malolientes, al que todos podremos ver, tendido sobre cuanto piso a modo de zaguán, sea propicio, ya se trate de un comercio o un Banco.
Escribe Ricardo Pareja
Y el colchón, peregrina a lo largo de la Avenida, entre las de San Pedrito y Carabobo o Nazca y Boyacá si prefiere, como para que el foco infeccioso se propague de manera regular. Lo que no pude determinar aún, es si está en alquiler o simplemente fue abandonado por alguien que “hizo limpieza”, utilizando la vía pública como enorme tacho de basura. Si creo conveniente que de una u otra manera, el personal del Gobierno de la Ciudad abocado a la tarea de higienización de veredas, lo saque de circulación trasladándole a alguno de los tantos basurales, o le incinere “in situ”, como si se tratara del cuerpo ya sin vida de algún vecino, quien previamente encargó a alguna persona de su familia o amistad, que sus restos fueran cremados, evitando de ese modo que su cuerpo convertido en “cosa”, ocupe un lugar del que nunca disfrutará, ya sea bajo tierra, en nicho o bóveda.
Tanto usted como yo, en alguna oportunidad hemos visto algún sanitario dejado en una esquina, que prontamente es retirado por esos enormes camiones recolectores de residuos. De no ser así, y al paso que vamos, nada me sorprendería el ver a un tipo o a una tipa, defecando dentro del algún bidet, como para no irle en zaga a tan deprimente cuadro. Y se lo digo, porque cada día me asombra más la capacidad de asimilación que tenemos para incorporar “el no debe ser” al paisaje nuestro de cada día. Y se lo digo también, porque no sea cosa que algún genio proponga la instalación de dormitorios populares, circunstancia que solo serviría para que podamos ventilarnos en pijama por las calles y dar un descanso reparador a la única pilcha que nos queda.
Pero, ¿sabe que es lo peor?; se lo digo: está gente nos está sacando de la calle a patadas a nosotros y nos estamos sumergiendo en la mugre, casi sin darnos cuenta. Sin ir más lejos, he observado y me consta, que la múltiple campeona argentina en la especialidad Triatlón, ahora consagrada de lleno a las clases de entrenamiento deportivo, se haya visto obligada a “mudarse” de la Plaza de Nuestra Señora de la Misericordia, porque el lugar no ofrece las condiciones mínimas de seguridad y el estado de la misma, ya varias veces remodelada o reparada, la convierte en espacio verde inadecuado para este tipo de disciplinas y muy adecuado en cambio para las que tengan que ver con los aprietes, las fumatas de porros ante niños de minúscula edad, baños a cielo abierto y la práctica de sexo libre, por parte de quienes no tienen donde refugiarse y se han constituido en una suerte de nenes y nenas mimados por parte de DDHH, quienes evidentemente entienden que las necesidades básicas del ser humano, como lo son el comer, defecar y hacer el amor, de ninguna manera pueden ser cercenadas.
Para concluir le digo algo más; deje de pensar que de ésta manera pronto nos iremos al carajo. Ya estamos en él y de manera urgente, tenemos que hacer algo para salir.