Las palabras sufren un deterioro y hasta pueden llegar a significar lo opuesto. Tal es el caso de “bárbaro” que refería a las tribus invasoras que azotaron el norte de Europa y que hablaban “bar bar”.
Escribe el Pastor Justo Janse
Lo “Santo” hoy no nos resulta atractivo. Se ha usado para justificar una guerra al llamarla “santa”. Para definir una actitud religiosa autista y soberbia cabe la palabra “santulón”. No, no queremos ser identificados como “santos”.
Aun así, debemos reconocer que un llamado de Dios que es tres veces Santo, es el ser llenos de su santa presencia para ser santificados. ¿Qué quiere decir todo esto?
Si no somos santos ¿Qué somos? Somos otro más que sigue la corriente, sin distinción de propósito. Lo común, hace lo que todos hacen.
“Santo” es toda persona o cosa “apartada y dedicada para Dios”. Este es el sentido en que la Biblia usa esta palabra. De allí, una aplicación era santificar el día del Señor e implica que no será dedicado a las actividades comunes, sino a la adoración y la enseñanza de la palabra de Dios. De igual modo, un objeto común, como por ejemplo un vaso, era “santificado” y se utilizaba exclusivamente para las actividades en el templo.
El apóstol Pablo, al comienzo de sus escritos, llama a los cristianos: “santos”. Ellos habían dedicado su vida a un uso “común” de aquella época hasta que el Señor les “santificó”. ¿Eran perfectos? ¿Vivían aislados? ¿Qué implica ser “santos”? Fíjese la sutileza del tema según escribe el Apóstol Pablo en su carta a los Corintios: “Así que celebremos nuestra Pascua no con la vieja levadura, que es la malicia y la perversidad, sino con pan sin levadura, que es la sinceridad y la verdad. Por carta ya les he dicho que no se relacionen con personas inmorales. Por supuesto, no me refería a la gente inmoral de este mundo, ni a los avaros, estafadores o idólatras. En tal caso, tendrían ustedes que salirse de este mundo. Pero en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer.” (1 Co. 5:8-11)
Pero enfatiza que no lo eran por mérito propio sino por la gracia de Dios: “¿No saben que los malvados no heredarán el reino de Dios? ¡No se dejen engañar! Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los pervertidos sexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios. Y eso eran algunos de ustedes. Pero ya han sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios. «Todo me está permitido», pero no todo es para mi bien. «Todo me está permitido», pero no dejaré que nada me domine.” (1 Co 6:9-12)
Lo contrario de santificar es “profanar”, es decir, aquello que ha sido dedicado a Dios se le utiliza para otra cosa que no siendo mala en sí, es de uso “común”. No sólo es actuar como santos una semana en el año pues a lo que te dediques cada día finalmente será el propósito de tu vida.
La Palabra nos desafía a dedicar nuestra vida completamente a Dios: “Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.” (Rom 12:1-2)
No solamente una semana o ciertos días. Que todos tus días puedas vivirlos honrando al Dios que te dio la vida.
(El texto citado es de la Biblia Nueva Versión Internacional, NVI, puede cotejarlo en su propia Biblia.)