Buenos Aires, 10/09/2024, edición Nº 5120
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Fútbol y meriendas con el Papa

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Meriendas con el papa Francisco

Escribe Alan Ojeda

Ahí, a metros de Pedernera y Bilbao, en una peluquería pequeña, donde los vecinos van más a hablar y tomar mate que a cortarse el pelo, trabaja Pablo Romano, el peluquero del barrio. Delgado, histriónico y juvenil, ya hace más de medio siglo que vive en Flores, y recuerda aun perfectamente aquellos partidos de fútbol de la adolescencia y las meriendas que compartía con Bergoglio.

Meriendas con el papa Francisco

Romano está sentado en una silla, mientras un vecino reposa en la otra. No fue para cortarse el pelo, sino para compartir un tiempo con alguien del barrio. Así es la peluquería, un punto de encuentro, como un bar de amigos. “Yo tenía 15 años, él ya tenía 17 o 18. Él jugaba poco al fútbol con nosotros, sobre todo estudiaba. Con los chicos íbamos a la casa de Bergoglio, pero casi siempre con el hermano. La madre, que era muy amable, invitaba a los chicos a tomar mate cocido, café, pan y manteca. Por ahí venía Jorge y preguntaba si habíamos hecho la tarea, si habíamos ayudado con los mandados a la mamá”, comenta con un tono nostálgico y alegre. Pablo vive en el barrio desde el año 57, época en la que Flores era aún ese paraíso donde los chicos jugaban en la calle hasta las 12 de la noche; en la que “fumar” significaba otra cosa. “No había ningún problema, ni drogas, ni borrachos. Se estudiaba y se jugaba a la pelota. Nos juntábamos a jugar en la placita de Membrillar. Era todo mosaicos rojos y blancos, y todo lleno de árboles jacarandá, era hermoso.”, se lamenta.

Cada tanto, Pablo –alias Coco- saluda a alguien que pasa por la calle, o alguien entra a decirle algo. “Ahora todo el mundo lo conoce, todos sabían que iba a ser papa… Ahora todo el mundo le saca fotos a la casa, que no es en la que vivía Bergoglio. Está totalmente modificada, no quedó nada. La casa que dejó cuando se fue, se la vendió a una familia del barrio. Ahí adentro hacíamos los famosos asaltos del barrio, con los chicos y las chicas.”, dice refiriéndose a la fiebre que generó en la gente la elección de Francisco como el Sumo Pontífice.

Para la gente del barrio, la elección de Bergoglio fue un suceso especial. Varios de los vecinos han compartido su infancia y adolescencia con él. Pablo, como muchos en la actualidad, se muestra esperanzado porque ese vecino con quien compartía las tardes conserve esa esencia humilde de barrio y logre cambiar las cosas. “Para nosotros, como vecinos y gente que lo conoce desde chico, fue una sorpresa, una alegría tremenda para todo el barrio.  Me gusta como da la misa él, cómo habla, y que no pierde la esencia  de lo que es la Iglesia, que tiene que estar al lado de los humildes.”, concluyó.

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