Buenos Aires, 26/07/2024, edición Nº 5074
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Gloria revuelve el pasado para reivindicar a su familia

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Una cocinera descendiente del propietario original de las tierras donde se asienta Flores, está abocada a recuperar la memoria histórica del lugar y darle brillo a un apellido que comparte con ilustres antepasados.

La profesión de cocinera con la que sacrificadamente subsiste no es un obstáculo para que Gloria Flores intente reflotar los perfiles históricos del barrio que lleva su apellido, el que por ser descendiente en novena generación comparte con el primer propietario que tuvo esas tierras en las postrimerías del Siglo XVIII.

En realidad Gloria, de 40 años, busca reconstruir todo el recorrido histórico inaugurado allá lejos en el tiempo por Juan Diego de Flores y reivindicar su apellido que, paradójicamente, no se ve reflejado en ninguna calle del barrio que empezó a crecer demográficamente con aquellos vecinos de Buenos Aires que escapaban del azote de la epidemia de fiebre amarilla en 1871.

Pero esta descendiente de los Flores es una trabajadora más que cocina para ganarse la vida que para varios de sus antepasados debió haber resultado mucho más sencilla por eso de la fortuna material que amasaban.

Parte de sus labores las desarrolla en la Cooperativa de Trabajo Pascual Giuliano donde preparan viandas que abastecen a escuelas secundarias, técnicas y centros de formación de la Capital Federal.

“Eso era el Centro Cultural Aníbal Ferreiro y las experiencias que fuimos acumulando en los años difíciles del trueque, se convirtieron en un microemprendimiento que con la ayuda de Alicia Kirchner, en 2005 se transformó en la cooperativa de trabajo”, relató.

La referencia a los tiempos difíciles de poca plata juega un papel central en el destino de Gloria. “Yo cocinaba solo en mi casa -aclaró- pero siempre me gustó hacerlo. Pero ocurrió que a raíz de una serie de problemas en algún momento necesité de la ayuda de Cáritas”.

“Cuando salí a flote, me comprometí en ayudar a la institución”, apuntó, y fue en ese contexto en que ganó uno de los concurso de cocina organizados por la entidad benéfica, consistente en preparar un plato con unos pocos productos que le entregaban para la prueba.

Por problemas de salud dejó el voluntariado, pero ya con una profesión en ciernes a la que le fue dando forma, al punto que otra de sus actividades en la actualidad es ser cocinera de un salón de fiestas donde prepara menúes para celebraciones y eventos que llegan a reunir hasta 130 comensales.

El punto justo

Entre lo que es su ámbito natural en las cocinas y la tarea que despliega en la comisión vecinal de Flores, Gloria encontró, como habitualmente logra en sus preparaciones, el punto justo. “En verdad entre una cosa y la otra no mucho contacto”, sostiene, sin mencionar el compromiso que le pone a una y otra actividad.

En lo que tiene que ver con la historia, mucho incide la impronta heredada de su padre que mucho hizo para rescatar la historia del barrio y, también, de su apellido.

“En la comisión vecinal lo que queremos es recuperar la memoria histórica del barrio”, subrayó. “Particularmente porque a mí, como descendiente, me molesta mucho que ninguna calle de la zona se llame Flores”, dijo tras haber visto ganado una batalla en la lucha que impulsa.

“Logramos el compromiso del Gobierno de la Ciudad para que restauren la bóveda de la familia en el cementerio de Flores, que estaba abandonada y eso en alguna medida ya es recuperar memoria histórica de Flores y de los Flores”, aseveró.

Gloria se define como humilde, trabajadora y sencilla pero remarca que el legado de su padre es algo que la moviliza a incursionar en un ámbito muy diferente al que habitualmente se desenvuelve y que le ha agregado un condimento que le dio a su vida el sabor de la reivindicación.

Nadie es profeta en su barrio

Una particularidad de la descendiente en novena generación del primer dueño de las tierras donde hoy se asiente Flores, no vive ni trabaja en el barrio aunque sí integra la comisión de vecinos dedicada a focalizar los perfiles históricos del lugar.

Gloria, que está casada con Hipólito y tiene tiene dos hijos varones de 18 y 15 años, vive en Villa Luro y trabaja en la cooperativa Pascual Giuliano, cuya sede está en Villa Lugano.

No obstante la ligazón de Gloria con Flores es sólida y no solo por la placa que recuerda a su padre en el monumento central de la plaza del barrio, frente la iglesia San José, sino por la labor que cumple junto a Carlos Demarco, Juan Mateo y Roberto Barrientos, entre otros, en la Comisión de Vecinos de Flores.

“Es cierto, no vivo en el barrio pero sumó dentro de la comisión en las iniciativas para reivindicar a Flores a través de su historia” señaló, a la vez que hizo hincapié en el recorrido turístico-cultural por la zonas de interés que la comisión tiene pensado impulsar.

Muy lejos del palacio de la calle Laferrere

El buen pasar de los Flores del barrio homónimo está muy lejos de la realidad de Gloria y los suyos. De hecho, el suntuoso palacio de la familia ubicado en la calle Laferrere quedó como una lejana referencia del esplendor de antaño al punto que hoy ni un ladrillo en pie.

“De aquel buen pasar a mi familia no nos quedó nada pero siempre mi padre luchó por reivindicar el apellido por lo que significó para el barrio”, afirmó Gloria, al referir a los desvelos de su papá, Ireneo Antonio Flores Rosa, quien buceó en la historia en procura que su apellido recobrara brillo.

El accionar de Ireneo, fallecido hace seis años, era también no perderle la vista a un juicio desactivado hace más de 50 años pero que fue iniciado en el Siglo XIX, a raíz de un pleito entablado por un ex administrador de la fortuna de los Flores.

Los expedientes de ese litigio acumularon polvo por casi cien años hasta que las autoridades de la Revolución Libertadora resolvieron anularlo a fines de los años 50, decisión que significó un serio golpe financiero porque en aquellos años el litigio equivalía aproximadamente a uno 8 millones de dólares, sin contar las costas.

“Mi padre trató sin suerte durante muchos años de reactivar ese proceso” añadió Gloria, que tiene presente la promesa que una día le hizo a Ireneo cuando le dijo “voy a hacer hacer lo imposible para reivindicar el apellido Flores”.

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