Como su caso, hay cientos en toda la ciudad, más del doble que en la década pasada según información procesada por la Dirección General de Estadística y Censos de la ciudad sobre resultados de los censos 1980, 2001 y 2010.
Hay un porteño centenario cada 19 manzanas, en promedio. El 84 por ciento de ellos son mujeres y su presencia tiene mayor incidencia en las comunas del norte de la Capital. Los porteños centenarios ya suman el doble de los que eran a principios de siglo XXI y el triple de los existentes en 1980.
Los datos revelan el proceso de envejecimiento poblacional que afecta a Buenos Aires, al igual que a otras grandes ciudades del mundo. En la ciudad se registra el peso relativo más alto de personas centenarias cada 100.000 habitantes: es de 22,9, es decir, 2,6 veces superior al promedio general del país.
Se trata de información procesada por la Dirección General de Estadística y Censos de la ciudad sobre resultados de los censos 1980, 2001 y 2010. Muestra también que el 67% de los vecinos de 100 años o más habita en domicilios particulares.
Como Isabel Barletta, que a sus 102 años reside en una casa de Flores con su hermana de 99, Deolinda, y una sobrina. “Y quiero llegar mínimo a los 110 años. El 12 de septiembre ya cumplo 103“, dijo a La Nación Isabel, dueña de un temperamento vital que el transcurso del tiempo no parece haber afectado. Y tampoco ha hecho mella en su salud: no tiene colesterol, ni presión alta, ni artrosis, ni diabetes, y hace sólo unos meses perdió algo de visión.
“Soy porteña de pura cepa. Nací y viví siempre en el barrio de Flores. Nací en una casa a pocas cuadras de acá, en lo que era la calle Lobos, que hoy se llama Gregorio de Laferrère. Fui a la escuela primaria también en el barrio”, recordó.
“Eran todas casas bajas, las calles de barro… Cuando llovía, se formaban charcos y aparecían ranas. Tengo recuerdos de cuando todavía transitaban carretas tiradas por bueyes por la avenida Campana, que luego fue Avenida del Trabajo y hoy es Eva Perón. El alumbrado público era un farolito en la esquina, un farol de carburo, y todas las noches venía un señor a encenderlo”, dijo sobre el barrio.