(Barrio de Flores) Martes 6 de enero, a las 23. Hace más de una hora que los quioscos tienen prohibida la venta de bebidas alcohólicas en la ciudad. Sin embargo, en uno situado en la calle Sucre, en pleno barrio de Belgrano, nadie parece ajustarse a las reglas. Ni siquiera el agente de la Policía Federal que está en la puerta. “Una lata de cerveza, por favor“, solicita este cronista al quiosquero. “Cómo no, son 30 pesos“, responde. “¿La escondo?“, se le consulta. “No pasa nada. Andá tranquilo. Calculá que tengo a un «cana» en la puerta y nadie dice nada“, dice el comerciante.
La venta de alcohol en los quioscos porteños en horarios no permitidos goza del incumplimiento de dueños y clientes, y de un escaso control del Estado. Pese a la prohibición que rige para su expendio después de las 22, en la mayoría de los sitios los empleados ni siquiera se preocupan por camuflar las botellas en bolsas o mochilas. La normas se transgreden sin discreción y el alcohol se consigue con facilidad. Lo mismo ocurre con los deliveries, permitidos hasta la medianoche, y mucho más en pubs y boliches.
En una recorrida que realizó por 22 quioscos y almacenes situados en las principales avenidas de Núñez, Belgrano, Colegiales, Palermo, Recoleta, Congreso, Caballito y Villa Crespo, en 20 sitios accedieron a vender alcohol. Según la Agencia Gubernamental de Control (AGC), en el período 2013-2014, se clausuraron 360 locales por vender alcohol fuera de horario, principalmente en Palermo, Balvanera, Belgrano y Caballito. En tanto, en los dos años anteriores (2011-2012) se habían cerrado 256 establecimientos.
Cada noche, desde 2011, 40 inspectores de la AGC están afectados a los operativos de nocturnidad, que no solo comprende la prohibición de vender alcohol, sino también el control de habilitaciones de boliches, entre otras normativas. Éstos suelen estar acompañados de agentes de la Federal y de la Metropolitana. Y a juzgar por la actitud de los quiosqueros, los operativos no parecen inquietarlos demasiado…
Ya en la madrugada del miércoles 7, casi a la 1, algunos quioscos siguen abiertos. En la esquina de la avenida de Mayo y Uruguay, en Congreso hay tres luminosos locales visitados por clientes. Este cronista ingresa a los tres y, sin sobresaltos, consigue comprar… tres cervezas más. “Vení cuando quieras. Abrimos toda la noche“, aclara uno de los encargados.
A pesar de esta recurrente situación, autoridades de la AGC sostienen que hoy la situación mejoró respecto de años anteriores. “El control es fuerte y sistemático; es realmente positivo. En algunos barrios hicimos numerosas clausuras. Lo que ocurría cuatro años atrás ya no existe más: se rompió el mercado de boca de expendio de la calle. Hoy los quioscos casi no se arriesgan a vender alcohol“, dijo Rodrigo Bonnini, jefe de gabinete de la AGC, mientras que en la recorrida ocurrió todo lo contrario.
Consultado el funcionario porteño sobre si los 40 inspectores no eran insuficientes para controlar toda la ciudad, aseguró: “Hacemos todo lo necesario para combatir la venta ilegal. La solución no es la cantidad de controles o disponer de una mejor logística. Es un problema más profundo: tiene que ver con una mejor concientización, una cuestión cultural. Con más inspectores no creo que se deje de vender alcohol, se va ir trasformando en otra cosa; habrá más deliveries, más quioscos ilegales“. Para Bonnini, “si no hay educación en las familias… Si el mismo padre les compra el alcohol a sus hijos, el problema está en casa“.
Otra popular forma de hacerse de bebidas alcohólicas después del horario permitido es el delivery, ya sea por teléfono o vía web. Esta modalidad, usualmente utilizada por los adolescentes, según la ley, también debe realizarse en un horario especial, entre las 10 y las 0.
Aquí también se viola la normativa, ya que los pedidos de los clientes, según confiaron algunos de estos proveedores de alcohol, suelen comenzar después de la medianoche, cuando la gente recién se reúne. Para camuflar los envíos, los numerosos locales que no tienen la autorización para delivery, los entregan a pie o en bicicleta; ya no tanto en las clásicas motos con bauleras, a las cuales apuntan los inspectores de la AGC.
Andrés, encargado de un maxiquiosco sobre la avenida Santa Fe, en Recoleta, confirmó que trabajan con total tranquilidad. “La verdad es que no hay tantos controles, por lo menos acá. La venta de alcohol representa casi el 50% de las ventas del día; es difícil erradicarlo por una cuestión comercial“, comentó. Es que los precios, por las noches, al no haber competencia de los supermercados, se duplican. Una lata de cerveza puede costar más de 30 pesos. Al doble se su precio habitual.
Fuente: La Nación