Hoy como siempre, el “fin del mundo” constituye para muchos un escenario mágico, distante y prometedor en aventuras y descubrimientos.

Los visitantes del primer mundo que llegan al país se entusiasman por muchas razones. Recitan como un credo una lista que incluye a Maradona, presenciar un partido de fútbol en la popular de alguna cancha, Caminito, comprar en La Salada, Borges, Piazzolla, Tango, murga y comparsa, ver la pampa y la Patagonia, ballenas, glaciares y cataratas, comer ‘bifes’ y otros afamados íconos.
Los entusiasman: Calidez y calidad de la población, paisajes agrestes de todo tipo, aspectos culturales, económicos, impositivos y financieros, nichos de negocios inexplotados, infraestructura sanitaria y otras facilidades. Además de pasear y comprar, muchos se someten a intervenciones quirúrgicas o tratamientos odontológicos por la calidad y accesibilidad de los mismos.
También, descansan del agobio por el cumplimiento de normas y otras restricciones vigentes en sus países de origen.
Por alguna de las razones expuestas o por el Cambio climático en ciernes, muchos establecen aquí su residencia, más permanente que temporaria. Jubilados han encontrado su “lugar en el mundo” aprovechando las ventajas cambiarias y climáticas para vivir mejor. También muchos ejecutivos y profesionales trabajan permanentemente. El desarrollo tecnológico permite transacciones bancarias y financieras seguras, comunicaciones veloces y fluidas, “teleconferencias” y “teletrabajo” con todo el mundo y llegado el caso, el avión resuelve otras necesidades.
Solo faltaría un “Plan de Población” para ordenar mejor estas radicaciones y evitar la concentración en el área metropolitana.
Inmigración ilegal, contrabando, importación, exportación o fabricación de drogas ilegales, tráfico de personas, fauna y armas y otras actividades comerciales de igual tenor son instaladas para aprovechar estas ventajas comparativas. Actividades que en otros países serían perseguidas sin excusas.