Los Payamédicos del Hospital Alvarez

Lo s P a y a m é d i c o s d e l
Hospital Alvarez, lejos de
ser un grupo de improvisados
payasos, tienen casi dos horas
de preparación con la historia
clínica de cada paciente que van
a visitar, de cada acción que van
a tener y de cada actitud cuyo
fin siempre es regocijar y elevar
el espíritu de los internos, que
los esperan con entusiasmo.
Cada Sábado cerca de las cuatro
s e l o s ve a p a r e c e r p o r e l
Pabellon A, con sus ropas pintorescas
y sus maquillajes coloridos,
trayendo alegría y bienestar
espiritual.
Ayudan así a los enfermos, los
escuchan y aconsejan, los llenan
de calidez y paz interior: casi la
tarea de un sacerdote, que, entre
otras cosas, basa en el alma
humana su “efecto curativo”.
Una tarea que, como toda obra
pía, esta llena de Dios.
La profesionalidad con que
ejercen esta tarea es elogiable:
hay un coordinador con quien
se preparan cada sábado, prácticas
previas y a posteriori conversan
entre ellos sobre cada historia
clínica, cada paciente visitado,
cada interior humano al que
acudieron con verdadero amor
profesional.
Entiendo que una obra de caridad,
es dar algo a quien lo necesita,
a cambio de nada. Pero el
cambio esta ahí: el que da se sublima
tanto como el que recibe,
eleva su alma a Dios y emular a
Jesus, que fue el Gran Dador
desde siempre. Por eso hacer caridad
ennoblece, y por eso es
gratuita. Pero antes hay que tener
algo que dar: amor, cultura,
ayuda, consejo, paciencia, comprensión.
El que juzga y condena,
el que cobra por dar de comer
al pobre, el que se siente
omnipotente no tiene nada que
dar porque esta vacío de Dios.
Estos médicos, lejos de tal caso,
en cada sonrisa brindan al enfermo
lo que es más útil, justo y necesario:
calidez humana. Digno
de emular: vestirse de payaso para
ser mejor con el prójimo, no
vestirse de prójimo y quedar
siendo un payaso.