Se cumplen veinticinco años de la muerte del Padre Genaro Marañón

Llegó en 1939 con otros Marianistas a Buenos Aires, donde se instaló primero en Flores (Rivadavia al 6300) y luego en Caballito. “Quienes tuvimos el privilegio y la gracia de Dios de tratarlo, sentimos que un santo había estado entre nosotros”.

Escribe Eduardo Jalon

(Barrio de Flroes) Hace exactamente ese tiempo, el 28 de agosto de 1990 nos dejaba. Quienes tuvimos el privilegio y la gracia de Dios de tratarlo sentimos que un santo había estado entre nosotros, porque su vida había sido como la de aquellos que nos mostraron el camino del sacrificio iluminado por la fe.

Había nacido en Crispan Provincia de Álava en el país Vasco en 1894. Estudió en Vitoria y se ordenó sacerdote en 1911. Se distinguió en el estudio de la Teología, distinguiéndose en la docencia en la enseñanza de filosofía.

Perteneció a la orden Marianista, aquella que en el siglo XVIII fundara el Padre Guillermo José Chaminalde (beatificado en el año 2000 por SS Juan Pablo II), aquel que fuera perseguido durante el terror en la Revolución Francesa por su condición de sacerdote. Idéntico destino tuvo el Padre Genaro Marañón pero acrecentado. Sufrió injustas prisiones y maltratos inmerecidos durante la contienda que ensangrentó España en los años del 1936 al 1939. Él, que era todo paz y amor al prójimo.

Pero todo pasa y el Señor tenía para él un destino mejor: en 1939 llegó con otros Marianistas a Buenos Aires, se instalaron primero en Flores (Rivadavia al 6300) y luego en su emplazamiento actual en Caballito, donde fue figura principalísima en una orden que formó a numerosas generaciones de jóvenes, entre ellos quien escribe estas líneas.

Se distinguió por su inteligente sentido de una bondad infinita, fue querido y respetado por todos los que hoy, a veinte años, no olvidamos. El Señor lo llamó un 28 de agosto, día que la iglesia recuerda a San Agustín, aquel pensador y filósofo de la cristiandad del que el tantas veces nos enseñara.

Fuente: Floresparasiempre