Escribe Dr. Ariel Falcoff
Desde hace algunos años, el tema de los Trastornos de Ansiedad se instaló en la opinión pública y el saber popular, generándose muchas veces un efecto “desinformativo” al respecto. En efecto, contrariamente a lo esperado, la divulgación acerca de aspectos de este tema generó más confusión que alerta acerca de cuándo y cómo consultar a los especialistas. El fenómeno se vio paradigmáticamente en el caso del trastorno de pánico, cuyo diagnóstico y tratamiento primero comenzó a ser incorrectamente realizado por profesionales de las más diversas especialidades, llegándose luego incluso al “autodiagnóstico” de los propios pacientes, a partir de la información proveniente de notas que aparecían en medios de interés general Por supuesto, esta banalización del conocimiento científico acerca de los trastornos de ansiedad en general (y del de pánico en especial) terminó funcionando como una forma de encubrimiento de otros cuadros que poseen diferente abordaje terapéutico y distinto pronóstico evolutivo.
El tema en su conjunto es por demás complejo y no esperamos en este breve artículo poner luz acerca de todos sus aspectos, sino específicamente abordar un punto clave: cuándo se impone, ante una persona con síntomas de ansiedad, la consulta con el especialista.
En sentido amplio podemos decir que la ansiedad es, en realidad, un fenómeno normal y universal. Funciona como una señal que nos prepara para entrar en acción, enfrentar diversos desafíos y prevenirnos de los riesgos. Muchas veces se encuentra incrementada dentro de los límites fisiológicos por situaciones vivenciales, y al desaparecer éstas desaparece con ellas.
Sin embargo, en otras oportunidades la emergencia de ciertas formas de ansiedad nos pone sobre aviso acerca de que podemos estar frente a un trastorno clínico:
-cuando su duración y/o intensidad exceden lo normalmente esperable para la situación o aparece en forma inesperada y repetida
– si genera un deterioro del funcionamiento laboral, intelectual, o de las relaciones sociales y familiares
-cuando los intentos de evitar ciertas situaciones, a las cuales se les teme, resultan obstaculizadores de actividades necesarias
-cuando aparecen síntomas físicos que no responden a ninguna patología médica
– Ante la aparición de ideas persistentes que invaden la mente, o la necesidad de realizar actos repetitivos e innecesarios, no pudiendo el sujeto liberarse de estos fenómenos por su sola voluntad
Los cuadros ansiosos, en su conjunto, son extremadamente frecuentes (casi el 30 % de las personas pueden padecerlos en algún momento de su vida) y no implican en general una patología grave, aunque pueden ser muy limitantes sin el tratamiento adecuado.
Actualmente existen eficaces terapéuticas tanto psicológicas como farmacológicas, pero el prejuicio, vigente aún hoy, respecto a consultar profesionalmente sigue resultando uno de los principales obstáculos para su abordaje. Muchas personas temen sufrir estigmatización por realizar una consulta. La popular frase. “Yo no estoy loco como para consultar con un psiquiatra o un psicólogo…” encubre el desconocimiento acerca de la enorme distinción que existe entre el padecimiento psíquico (un fenómeno habitual y hasta estructurante del psiquismo humano) y la alienación mental, en cualquiera de sus formas.
(*) Dr. Ariel Falcoff
M é d i c o P s i q u i a t r a y
Psicoterapeuta. Presidente Cap.
Psiquiatría y Psicopatología AASM
Prof. Titular Psicopatología UNSAM
E-mail: afalcoff@yahoo.com.ar
Cons: 4613-9252