A lo largo del último año, mientras las autoridades del sector de salud han intentado contener la pandemia de Covid-19, los investigadores concentraron su atención científica en una variedad de entornos potencialmente riesgosos: lugares donde se reúnen grandes grupos de personas y el nuevo coronavirus tiene mayores oportunidades para propagarse. Han tomado muestras en superficies en los cruceros, monitoreado el número de casos en gimnasios, recogido muestras en las unidades de ventilación de los hospitales, mapeado la disposición de los comensales en los restaurantes y modelado los procedimientos de abordaje en aviones.
Menos atención le han prestado a otro entorno de la vida cotidiana: el auto. Desde luego que un auto normal no transporta suficientes personas como para provocar un evento superpropagador, pero los autos conllevan sus propios riesgos: son espacios pequeños y sellados que hacen que la sana distancia sea imposible, además de que en ellos quedan atrapados los aerosoles, las diminutas partículas transportadas por el aire que pueden transmitir el coronavirus.
“Aunque te cubras el rostro de alguna manera, de todos modos expulsás aerosoles diminutos cada vez que respirás”, afirmó Varghese Mathai, físico de la Universidad de Massachusetts, campus Amherst. “Y si es una cabina cerrada, entonces seguís expulsando estas partículas diminutas y, naturalmente, se acumularán con el tiempo”.
En un nuevo estudio, Mathai y tres colegas de la Universidad Brown -Asimanshu Das, Jeffrey Bailey y Kenneth Breuer– usaron simulaciones computarizadas para mapear cómo fluyen las partículas llenas de virus por el interior de un vehículo. Sus resultados, publicados a principios de este mes en la revista Science Advances, sugieren que abrir ciertas ventanas puede crear corrientes que protegerían tanto a los pasajeros como a los conductores de enfermedades infecciosas como la Covid-19.
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Abrir las ventanas
En un artículo Allen resaltó el riesgo que pueden representar los autos para la transmisión de coronavirus y los posibles beneficios de abrir las ventanas. “Cuando tenés tanto cambio de aire, el tiempo de residencia, es decir, el tiempo que los aerosoles permanecen en la cabina, es muy breve”, sostuvo.
Puesto que no siempre es práctico tener todas las ventanas bien abiertas, sobre todo en pleno invierno, Mathai y sus colegas también modelaron muchas otras opciones. Descubrieron que la solución aparentemente más intuitiva (que el conductor y el pasajero bajen cada uno su ventana) era mejor que tener todas las ventanas cerradas, pero una estrategia aún mejor era abrir las ventanas opuestas a cada persona. Esa configuración permite que el aire fresco fluya por la ventana trasera de la izquierda y salga por la ventana delantera de la derecha, lo cual ayuda a crear una barrera entre el conductor y el pasajero.
“Es como una cortina de aire”, explicó Mathai. “Empuja todo el aire que exhala el pasajero y también crea una región de corriente de aire fuerte entre el conductor y el pasajero”.
Richard Corsi, experto en calidad del aire de la Universidad Estatal de Portland, elogió el nuevo estudio. “Es bastante sofisticado lo que han hecho”, dijo, aunque advirtió que cambiar el número de pasajeros en el auto o la velocidad de conducción podría afectar a los resultados.
Corsi, coautor del artículo de opinión con Allen el año pasado, ha desarrollado desde entonces su propio modelo de inhalación de aerosoles de coronavirus en diversas situaciones. Sus resultados, que aún no se han publicado, sugieren que un viaje de 20 minutos en auto con alguien que emite partículas infecciosas de coronavirus puede ser mucho más arriesgado que compartir un aula o un restaurante con esa persona durante más de una hora.
“La atención se ha centrado en los eventos de superpropagación” porque implican a mucha gente, dijo. “Pero creo que lo que a veces la gente pasa por alto es que los eventos de superpropagación son iniciados por alguien infectado que acude a ese evento, y no hablamos con suficiente frecuencia de dónde se infectó esa persona”.
En un estudio de seguimiento, el cual todavía no se publicó, Mathai descubrió que abrir las ventanas a la mitad parecía ofrecer el mismo beneficio que abrirlas totalmente, mientras que solo bajarlas un cuarto era menos eficaz.
Mathai dijo que los hallazgos generales probablemente son válidos para muchos autos de cuatro puertas y cinco asientos, no solo para el Prius. “Para las furgonetas y las camionetas, sí diría que abrir todas las ventanas o al menos dos podría ser beneficioso. Más allá de eso, estaría extrapolando demasiado”.
Las compañías de transporte colaborativo deberían alentar este tipo de investigaciones, dijo Mathai. Comentó que había enviado una copia de su trabajo a Uber, pero no ha recibido una respuesta.