Buenos Aires, 30/06/2025, edición Nº 5413
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Vecinos Famosos

El dibujante Martín Malamud rinde homenaje a Baldomero Fernández Moreno

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El artista plástico ilustró varias de las poesías de Fernández Moreno y las convirtió en un libro que se llama Baldomero. Fue su forma particular de homenajear a un poeta que lo acompañó desde la adolescencia.

Martín Malamud

(Barrio de Flores) Hace un siglo, en un invierno de 1915, Baldomero Fernández Moreno publicaba Las iniciales del misal, un libro que sería el pilar de la poesía ciudadana y que colocaría a su autor como uno de los representantes privilegiados del sencillismo, una poesía despojada y coloquial, alejada de la retórica modernista. También fue en un invierno pero de hace 65 años, más precisamente el 7 de julio de 1950, que fallecía el poeta. Ajeno a las fechas, el artista plástico Martín Malamud, ilustró varias de las poesías de Fernández Moreno y las conviritió en un libro que se llama Baldomero. Fue su forma particular de homenajear a un poeta que lo acompañó desde la adolescencia. Quizá sea una casualidad que esta entrevista se haya realizado precisamente en esta fecha, como probablemente también lo sea que mientras su proyecto era sólo un boceto incipiente se haya mudado a Parque Chas. Poco después se enteraría de que a pocos metros, en diagonal a su casa, vivía Inés Fernández Moreno, nieta de Baldomero e hija de César, otro poeta enorme. Dicen que las casualidades no existen, pero que las hay, las hay. O quizá sea el deseo el que las organiza. Lo cierto es Martín conoció a Inés y a todas las descendientes de Fernández Moreno, concretó su proyecto y lo cuenta.

-¿Cómo fue tu relación con la poesía de Baldomero Fernández Moreno, un clásico de clásicos que, sin embargo, hoy no circula mucho?
-La verdad es que no recuerdo cómo la conocí. Puede haber sido en mi casa a través de esas colecciones de libros como Los 100 mejores poemas de Baldomero. Pero en algún momento del secundario tuve una muy buena profesora de literatura que nos dio un poema de Baldomero que, como la mayoría de los poemas de él era aparentemente muy sencillo, muy transparente, y comenzó a hacernos descubrir cosas. Fue algo que me dejó impactado, una revelación de lo que podía ser la poesía. Yo tenía entonces 13 o 14 años. Ese fue el primer impacto, pero luego, por diferentes causas, fue un poeta que me gustó mucho. No estudié Letras, de modo que lo leí por mi propio gusto y siempre me dejé llevar por el azar, por lo que me gustaba y Baldomero me acompañó siempre. Si me pongo a pensar, quizá hay múltiples motivos por los que me gusta. Mi abuelo, como él, fue médico rural, mi viejo nació después que él pero había también un parecido en las situaciones. Lo cierto es que a lo largo de mi vida lo leí muchas veces, siempre me aportó cosas nuevas y siempre volví a él. Cuando uno lee y relee a un autor va haciéndose cada vez más amigo de él y eso fue lo que me pasó a mí.

-¿Cómo decidiste hacer un libro con sus poemas ilustrados? ¿O comenzaste a dibujar sus poemas y luego te diste cuenta de que tenías un libro?
-Dibujé mucho en mi juventud, luego me dediqué más a la animación por computadora y hace unos años volví más de lleno al dibujo. En mi juventud había hecho algunas ilustraciones de sus poemas y cuando comencé a dibujar de lleno otra vez el proyecto me daba vueltas en la cabeza. Poco después me mudé a Parque Chas y me enteré por un amigo en común que Inés Fernández Moreno vivía frente a mi casa. Ella es nieta de Baldomero, hija de César. Entonces me dije “ya está, tengo que concretar este proyecto”. Baldomero tuvo tres hijos que llegaron a la adultez: César, Manrique y Clara, que es la única que vive y tiene más de 80 años. Otros dos murieron de chicos. Pensé que era el momento y entonces me propuse hacer algunos dibujos y llevárselos porque también estaba el tema del acuerdo con la familia que es la que tiene los derechos sobre la obra. Así comenzó un largo proceso paralelo por un lado de creación, de ir puliendo la forma que quería darle al trabajo y, por otro, de ir conociendo a la familia, de ir convenciéndola. Inés, al principio, fue un poco reticente, aunque siempre tuvo muy buena onda. Me decía: “Pero mirá que somos seis primas, todas mujeres, te vas a meter en un lío del que no sé cómo vas a salir porque cada una tiene sus opiniones sobre la obra del abuelo. Además, está Clara que también tiene las suyas.” Fue mucho tiempo de charlar con una y con otra, de mostrarles los dibujos. Por suerte, el proyecto llegó a buen puerto. Yo soy bastante insistente cuando se me mete algo en la cabeza. Ellas se fueron entusiasmando, les fue gustando la idea. Por otra parte, Baldomero hace tiempo que no es editado y el libro era una oportunidad de edición de su poesía, aunque una edición distinta. La reticencia y la duda fueron cediendo y en la actualidad están contentas con el resultado. Nos hicimos bastante amigos y vinieron a la presentación del libro en la que también estuvo Clara. Además, escribieron en el libro. Creo que les gusta lo que salió y que haya un libro de poesías de Baldomero nuevamente en la calle.

-¿Cómo hiciste para convencer a tantas mujeres? (Risas)
-Creo que las convenció mi entusiasmo que es un entusiasmo genuino. A Baldomero, como también a otros autores, me une un gran amor, una gran admiración y una gran afinidad. Creo que eso se transmitió y vibramos al unísono porque también en todas ellas hay un gran cariño. Algunas conocieron a Baldomero de chiquitas y otras conocieron al abuelo a través de sus padres. Sus tres hijos fueron poetas y todas las nietas tienen algo que ver con las letras, es decir que hay una impronta muy fuerte de él en la familia. Creo que Inés, cuando me conoció, pensó “otro plomo más que va a hablar de los 70 balcones y ninguna flor”, pero cuando comenzamos a hablar y comprobó que lo conocía mucho, cambió de opinión. Por suerte percibió que mi interés y mi vínculo con su poesía eran más profundos que los de que sólo conocen el poema de los 70 balcones.

baldomero

-Tus dibujos no son ilustraciones en un sentido estricto. Además, incluyen los poemas. ¿Lo pensaste así o surgió espontáneamente de esa forma?
-No sabría decirte por qué, pero desde un primer momento lo pensé así. Lo sentí de esa forma. Lo que tengo claro es que para mí un poema ilustrado tiene que ser una obra nueva. No podía imaginarme poner una ilustración al costado del poema y que funcionaran como entes separados. Me pareció que integrar el texto y la imagen era la mejor forma de hacerlo. Pero no todos están integrados de la misma forma. Algunos parecen una historieta, un cómic, en otros el dibujo es más íntegro. La idea es que haya obras nuevas y que el texto y la imagen dialoguen de una manera original. Ese fue mi intento, pero son los otros los que tienen que decir si esto está logrado.

-¿Hubo un proceso de selección de las ilustraciones, es decir, hubo más de las que figuran en el libro?
-Hubo tres condicionantes para un filtro inicial: que los poemas me gustaran mucho, que me despertaran imágenes -porque hay muchos que me gustan mucho pero en los que la emoción que me producen va por otro lado que no es el dibujo- y que tuvieran una extensión acotada como para poder ilustrarlos en un par de hojas. Luego comencé a bocetar y en algunos casos en un día ya tuve el partido, como se dice en diseño, la idea, mientras que con otros probaba y probaba y no aparecía nada que me convenciera. Algunos no funcionaron como es el caso de un poema al hijo para el que dibujé mucho, tomé apuntes de mis amigos con sus hijos, pero no hubo caso. Por suerte, hubo unos cuantos que llegaron a destino y son los que están en el libro.

-¿Qué técnicas utilizaste?
-Tinta tanto con plumín como con pinceles, aguada que es tinta china con diversas cantidades de agua para dar los diferentes grises, acuarelas, lápices de colores acuarelables que usé de ese modo y también sin agua, marcadores, pasteles, crayones y en algunos casos hice el color de forma digital pero el dibujo siempre lo hice a mano porque me parece que lo que da el dibujo manual es incomparable.

-¿Cuánto tiempo te insumieron estos dibujos?
-Desde los primeros bocetos a la concreción del libro dos o tres años, aunque en el medio hice otras cosas. Los últimos meses fueron muy intensos. Terminé los dibujos en marzo y me tomé un descanso con Baldomero, aunque pienso que si hubiera una segunda edición quizá incluiría diez poemas más. Ahora estoy con otros proyectos, pero volver a Baldomero siempre va a ser un placer. Él escribió su vida a través de su poesía. «

Un ímpetu que derribó barreras
Cada tanto, las callecitas de Parque Chas dan sus milagros. Mi vecino de la casa en diagonal, en la cortada de Atenas, resultó ser uno de ellos. Un artista que, para mi sorpresa, era profundo admirador y conocedor de la poesía de Baldomero. Un día me tocó el timbre, se presentó y me recitó de memoria versos que a mí apenas me resonaban lejanamente. Con ese ímpetu llevó adelante su proyecto: ilustrar poemas de Baldomero. Ajá, ¿pero cuáles? Los que a él le gustaran, dijo. Libertad de lector. Mira que las familias de los autores pueden ser complicadas, le advertí, llena de dudas.

Se las conquistó a todas y aquí está este libro, fruto de esa voluntad y esa decisión artísticas. Un libro fundado en lo mejor que le pasa a un escritor. Otro lo lee y en él resuenan de manera singular sus textos, completando o ampliando su emoción o sus sentidos. Y más todavía cuando esa resonancia da lugar a otra forma del arte, entonces el efecto se multiplica y se propaga. Poema sobre poema.

Inés Fernández Moreno.

Del libro Baldomero ilustrado por Martín Malamud (Wolkowicz Editores). Inés es nieta de Baldomero e hija de César.

baldomero ilustrado

Fuente: Tiempo Argentino

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