Debido a las veredas más estrechas y el tumulto de gente por los manteros, esta zona del barrio se convirtió en un terreno fértil para la delincuencia.

(Barrio de Flores) Los manteros no sólo son un problema para los comerciantes. Ahora, debido a las veredas más estrechas y el tumulto de la gente, estas calles de Flores se han convertido en un terreno fértil para los punguistas y mecheras, que pueden robar con mayor facilidad a los peatones.
“Hace dos sábados, al llegar al cruce de Avellaneda y Argerich, delante de mí, una mujer casi no me deja pasar y, al mismo tiempo, siento que por detrás me tironean la cartera, pero nunca la solté. Me di vuelta y grité. No pasó nada, pero un comerciante me dijo que eran mecheras que trabajan en pareja: una distrae y la otra roba”, dijo Silvia, de 57 años, vecina del barrio. Todos coinciden en que en la transitada zona comercial textil de Avellaneda y Nazca, predominan las mecheras, que se aprovechan de las aglomeraciones por la gran presencia de manteros.
Vecinos y comerciantes consultados por La Nación concuerdan en que los sábados hay un auge de robos, porque es el día con mayor concurrencia. Mientras los manteros compiten deslealmente con los comerciantes de la zona, mecheras y punguistas se aprovechan de los transeúntes distraídos.
“Si hay manteros en la vereda, es más difícil agarrar a las mecheras pues se escabullen entre la gran cantidad de personas que caminan por allí. Los comerciantes ya las tienen identificadas; cuando vuelven a entrar tratan de sacarlas“, dijo Vicente Lourenzo, vicepresidente de la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires.
La mayoría de los comerciantes dicen haber identificado entre 15 y 20 grupos reducidos, de entre tres y cinco mujeres, que roban sobre la avenida Avellaneda; unas distraen a los vendedores con preguntas y las restantes se llevan la mercadería.
Según los vendedores, la mayoría de las mecheras son peruanas. Vilma, de 60, mantera, dijo: “Hubo muchos casos de víctimas de robo que golpeaban a las mujeres que les robaban la mercadería, esperando que de esa manera se las devuelvan”. Ahora predominan las mecheras embarazadas o con bebés. “Aprovechan su condición para que los locales no las puedan echar, y en el caso de que llamen a la policía, tampoco pueden quedar demoradas por mucho tiempo”, continuó Vilma.
Empleados de los locales culpan a los manteros por contribuir a incrementar el robo a las personas que transitan la zona. “Los condicionan a amontonarse para evitar pisar la mercadería que tienen en la vereda”, dijo Sol, de 21 años, vendedora de un local de ropa. “Si les roban la billetera a los clientes, después no nos pueden comprar mercadería a nosotros”, continuó.
Consultado por La Nación, un vocero de la Policía Federal, fuerza con jurisdicción allí, dijo: “Hay un dispositivo de seguridad sobre ese sector para controlar esta difícil zona“.
Los comerciantes dicen que ven poco a la policía y, en la mayoría de los locales afirman que le pagan todos los viernes $ 100 a un “líder de cuadra“, que les provee seguridad. Según Matías, de 22 años, empleado de un comercio sobre Avellaneda, las mecheras siguen robando dentro de los locales: “Cada vez que nos roban salen corriendo y se llevan entre $ 2000 y $ 10.000 en mercadería”. NR
