Buenos Aires, 02/02/2025, edición Nº 5265
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Adoquines versus Asfalto, quien gana la pulseada

La historia de los pavimentos de adoquines tiene sus orígenes hace más de 20 siglos en el empedrado. Su aparición se debió a la necesidad sentida por el hombre de tener vías durables, limpias y seguras, que le permitieran un desplazamiento rápido en cualquier época del año.

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Escribe Roberto D´Anna

La historia de los pavimentos de adoquines tiene  sus  orígenes  hace  más  de 20 siglos en el empedrado. Su aparición  se debió a la necesidad sentida por el hombre de tener  vías durables,  limpias  y seguras,  que le permitieran un desplazamiento rápido en cualquier  época del año.

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Así, a la vez que se perfeccionaban los carros de tracción animal, también se buscó una superficie  de rodamiento continua que permitiera un tránsito  más cómodo; para lograr esto se abandonó la práctica de colocar las piedras  en estado natural  y se les comenzó  a tallar  en forma de bloques  para obtener un mejor ajuste entre los elementos. Esta simple acción dio lugar al surgimiento del primer pavimento  de adoquines, pues la palabra española adoquín proviene del árabe «ad-dukkân», que quiere decir «piedra escuadrada  o a escuadra».

La construcción de los pavimentos de piedra continuó hasta comienzos  del siglo XX y no pocos aún se encuentran en servicio y en buen estado,  lo cual atestigua  su durabilidad.

Con la urbanización en el siglo XIX y la aparición del automóvil con motor de combustión interna  a finales del mismo, no resultaba económico ni práctico tallar la gran cantidad de piedras que requería  el ritmo de pavimentación. Por esto, los adoquines de piedra comenzaron a sustituirse con las técnicas de pavimentación con concreto  y con asfalto,  muy comunes  en la actualidad.

En nuestro barrio, algunos de los vecinos proteccionistas de los adoquines son los del Boulevard Bilbao, quienes quieren mantener esta pintoresca calle de manera original. En un interesante debate que generamos por Facebook días atrás, algunos de los vecinos de la zona dieron su opinión. Por ejemplo, Leonel Farias sostuvo que es un “tema polémico, yo creo que pueden convivir, algunas calles con y otras renovadas”. Contrariamente a esta opinión, Hernan Castro dijo que prefiere el “asfalto, modernicémonos”. La joven odontóloga Luciana Plastina da su punto de vista: “El barrio, con adoquines, las avenidas con asfalto”.

Sobre esta misma idea, Adriana Briancesco coincidió con Luciana: “las avenidas asfaltadas (y bien) y las calles, como Tandil, que vuelvan a poner el adoquín, pues pasan como si fuera Directorio (encima pusieron asfalto en el medio y dejaron adoquín a los costados. Esas chapucerías que no se pueden creer“.

Por su parte y luego de varias polémicas por su sustracción y venta, avanza en la Legislatura un proyecto que impide intervenir el adoquinado y obliga a reponerlo de donde fue sacado.

En muchos barrios las históricas piedras fueron levantadas, incluso este mismo año, y sólo se respetaron a duras penas las calles del Casco Histórico. Ahora la Legislatura porteña podría ponerle un final a la discusión: el macrismo y la oposición votarían antes de fin de año un proyecto consensuado para proteger los adoquines, prohibir su venta y, con el tiempo, volver a ponerlos en las calles donde se los perdió.

Rafael Gentili, diputado de Izquierda Democrática, propone sancionar con entre $ 16.600 y $ 83.000 a quien utilice adoquines de la Ciudad en construcciones particulares. “Hay que tener en cuenta que en el largo plazo, los costos del efecto de asfaltar una calle son mucho más altos que la reparación integral del adoquinado, sin contar las roturas por aperturas de empresas de servicios públicos, cuyas constantes y pésimas reparaciones dan lugar a nuevas intervenciones de obras”.

En los últimos años, a medida que el Gobierno macrista fue levantando calles adoquinadas o eliminando piedras en algunas cuadras para construir cunetas de hormigón, creció la sospecha de que esos elementos eran posteriormente vendidos, por ejemplo a countries del conurbano que los usaban en sus calles internas. En el Gobierno porteño siempre lo negaron, y aseguraron que los adoquines se reservan en los depósitos municipales de Parque Roca y avenida Castañares: allí, según el PRO, hoy habría unos 50 millones de adoquines en desuso. Se estima que unas 5.000 cuadras, el 21% del total de la Ciudad, están adoquinadas.

En el macrismo están dispuestos a avanzar con una ley consensuada. Pero piden algunos cambios. Uno de ellos es que les den más tiempo para hacer el inventario de calles. El otro tema es que les permitan usar los adoquines en desuso para algo más que arreglar las cuadras: “Nadie está hablando de venderlos, pero sí pedimos que nos permitan usarlos para las calles internas de las villas, para el espacio público o las sendas peatonales. También hay piedras que ya no se pueden recuperar y que podrían se usadas como pedregullo para reparaciones en las calles”, explicó Karina Spalla, legisladora de PRO y presidenta de la Comisión de Planeamiento Urbano.

Más allá de que son parte del patrimonio histórico porteño, los adoquines tienen otras ventajas. Escurren mejor las lluvias y evitan que las calles se inunden, y tienen una vida útil muy superior a la de otros materiales. Además, indirectamente colaboran con la seguridad vial, porque en las cuadras adoquinadas los automovilistas tienden a bajar la velocidad. Por el contrario, los vehículos sufren vibraciones y a veces les cuesta frenar si el piso adoquinado está mojado. Además, reparar una cuadra con asfalto cuesta entre $ 300.000 y $ 400.000 y demora un día, mientras que reponer el adoquinado sale cuatro veces más y demora hasta 20 días, según el Gobierno porteño. El otro problema es que cada vez quedan menos operarios que conozcan cómo colocar correctamente los adoquines.

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