Los porteños viven sobre un pedazo de tierra atravesada por una red de arroyos. Buenos Aires está atravesada por doce cursos de agua. Debajo de esa ciudad de puro asfalto y hormigón, quedan vestigios de lo que fue esta zona de la pampa húmeda rodeada por el Río de la Plata y el Riachuelo. Durante muchos años, cada vez que una tormenta azotaba la zona los arroyos salían a la luz e inundaban las calles porteñas. Las obras del gobierno porteño mitigaron el problema con obras y limpieza de los conductos pluviales.
Los accesos a ese mundo son a través de las tapas de las alcantarillas que están en muchas esquinas de la Ciudad de Buenos Aires. Pero, ¿qué hay debajo? ¿A qué planeta subterráneo conecta ese pequeño círculo en las calles por la que apenas entra una persona?
La travesía por el arroyo Maldonado
Apenas se bajan unos veinte escalones por una escalera, se llega a otro mundo. Apenas se escuchan el ruido de algunos autos o camiones desde alguna ventilación. Ya no hay bocinazos, ni la luz del sol. Lo que sí está presente es el sonido de agua corriendo. Se trata del curso del arroyo Maldonado, el más grande de la ciudad, que fue entubado a fines de la década del 30.
Antes del entubado, existieron otros proyectos para el Maldonado. La primera idea fue convertirlo en un canal navegable al estilo de los de Venecia o Amsterdam. El proyecto, que llevaba la firma de la empresa Wenceslado Villafañe, fue pensado por la administración del presidente Juárez Celman (1886-1890). Al costado, del curso de agua se pensaba ubicar dos calles empedradas. Además, se había planificado la construcción de puentes. El plan no se concretó y ya en el siglo XX, por contaminación y las constantes inundaciones se decide la entubación.
En esta zona de Villa Luro el espacio por el que corre el arroyo subterráneo es de unos 15 metros. “Ya en las cercanías de la desembocadura en el Río de la Plata llega al doble”, explica Franco Capandegui Gerente de Obras y Proyectos de la Dirección de Pluviales del gobierno porteño, que acompañó a Infobae en la recorrida.
Hay muy poca agua, pero en las paredes se notan marcas en los días de tormenta. Puede llegar hasta los dos metros o más. Se ven en las paredes en las que caminan cucarachas que salen espantadas por la luz de las linternas la humedad que llega más o menos hasta esa altura.
“Toda esta construcción de hormigón es de finales de la década del 30. El entubamiento se construyó desde 1938 hasta 1954 en diferentes etapas –cuenta Sofia Dasso, Jefa de Gabinete de la Dirección de Pluviales del gobierno de la Ciudad-. Es increíble como se mantiene en buen estado toda la estructura pese a estar en contacto con el agua y la humedad todo el tiempo”.
Las columnas del entubamiento fueron construidas en forma octogonal. “Estaba pensado, el objetivo era generar menos resistencia al agua y que se puede deslizar por los costados”, sostiene Capandegui. En la caminata se ven los conductos que van a desembocar las aguas de las boca de tormenta porteñas al curso del Maldonado. “Las más chicas tienen unos 40 centímetros y las más grandes hasta dos metros – explica Capandegui-. Hay que tener un monitoreo constante porque en esos conductos pluviales una obstrucción puede generar un problema muy grande”.
Operativo limpieza
Los controles lo realizan en forma presencial y en algunos caños pluviales más chicos con robots que pueden ingresar en diámetros más pequeños. Estos trabajos incluyen la limpieza y mantenimiento de más de 30 mil sumideros, de alrededor de 900 kilómetros de conductos subterráneos, las 11 estaciones de bombeo y 32 pasos bajo nivel compuestos por sumideros, salas de bombas, instalaciones eléctricas, mecánicas e hidráulicas, grupos electrógenos e instalaciones conexas.
“Mantenemos a diario la limpieza de los conductos que conforman la red pluvial de la Ciudad. Estas tareas son fundamentales para lograr que el agua drene correctamente los días de lluvia y evitar posibles anegamientos. Es importante que los vecinos nos acompañen sacando la basura todos los días de 19 a 21 excepto los sábados y que no estacionen sobre los sumideros ni a menos de 1 metro de los contenedores así le facilitamos el trabajo de prevención y operación a las cuadrillas de Espacio Público e Higiene Urbana”, expresa Ignacio Baistrocchi, ministro de Espacio Público e Higiene Urbana.
Dasso se crió en Versalles, a pocos metros de la avenida Juan B. Justo y el arroyo Maldonado. Todavía vive su mamá en la casa familiar del oeste de la Ciudad. “Cada vez que llueve mucho, además de chequear la red, la llamó para ver cómo está la zona. Recuerdo cuando era chica y muchas veces se inundaba esa zona en la que crecí”, relata la funcionaria.
El gobierno porteño anunció hace poco una serie de obras para ampliar las obras hidráulicas para mitigar el impacto de las lluvias en la Ciudad. La situación es que el cambio climático hizo que las precipitaciones aumentaran un 11% en las últimas dos décadas. Por ejemplo, el último mes de marzo fue uno de los más lluviosos de la historia de Buenos Aires. Hubo jornadas en la que cayeron más de 100 milímetros en menos de 24 horas.
La caminata continúa por el curso del Maldonado. Y a unos 200 metros de la intersección de Juan B. Justo y Victor Hugo, en pleno Villa Luro, está la obra original que intentó frenar las inundaciones en Buenos Aires. Se trata de un conducto que conecta al Maldonado que viene desde territorio bonaerense y se desvía hacia el Riachuelo por el Cildañez. El conducto aliviador tiene unos 6 metros de diámetro. “Salvo en tormentas muy fuertes o de varios días, en general toda el agua que viene desde la Provincia se va hacia el Riachuelo por este caño gigante -explica Capandegui-. Es una obra monumental por lo que costó hacerla y por la época en que se realizó. Es un conducto que pasa por debajo del Maldonado, por lo cual tuvieron que trabajar en aquel momento con bypass para desviar el agua y poder hacer las perforaciones”.
En 2012, la gestión porteña de Mauricio Macri terminó unas obras planificadas en el 2006 que aliviaron los peligros de inundación en la zona de Palermo a orillas del Maldonado. Se trata de dos túneles aliviadores de 7 y 15 metros de diámetro, que permiten acumular una mayor cantidad de agua ante tormentas severas.
La leyenda de La Maldonado
En el libro “Arroyos de Buenos Aires, enterrados pero vivos” se narra cuál fue el origen del nombre de este curso de agua que atraviesa la Ciudad de oeste a este. Su nombre deriva de una mujer, la Maldonado, que había llegado de España en la expedición de Pedro de Mendoza en 1536. El navegante funda un caserío a orillas del Río de la Plata que se convertiría con el tiempo en la capital de Argentina.
Este curso de agua nace en la zona de San Justo. Atraviesa en la Provincia los partidos de Morón, La Matanza y Tres de Febrero. Tiene una longitud total de 21 kilómetros hasta su desembocadura en el Río de la Plata en la zona del aeroparque porteño.
El texto narra que la aldea sufrió hambrunas al estar sitiada por los indios. La Maldonado logró eludir el cerco indígena y huyó hacia los campos que rodeaban la futura ciudad. La mujer se refugió en una gruta. Allí tuvo un encuentro con un puma hembra ayudó al animal a tener cría. Se unió a los indios que la vieron junto al felino y luego fue capturada por los españoles. La Maldonado fue atada a un árbol a orillas del arroyo, que aún no tenía nombre. La dejaron allí a merced de las fieras. Al regresar, hallaron a la mujer viva y al cuidado de los pumas. Desde ese momento, ese curso de agua fue conocido como “el arroyo de la Maldonado”. Y el nombre llegó sin cambios hasta el siglo XXI.