(Barrio de Flores) Empanadas calientes para las viejas sin dientes” y “Velas, velitas para alumbrar las casitas; velas, velones para alumbrar los balcones”, son algunos de los cantos que resuenan en el imaginario colectivo cuando se recuerda a los africanos y afrodescendientes que habitan el país desde su formación como una especie de adorno pintoresco que decoraba las calles porteñas. Se tiende a pensar que la población negra fue minoritaria en la época colonial cuando, en realidad, estuvo invisibilizada. Los objetos de origen afro encontrados por la arqueología demuestran que aún sufriendo la más terrible situación de esclavitud, los afroargentinos mantuvieron su cultura viva.
“Como la arqueología trabaja con objetos y no solo con documentos escritos, encuentra evidencias materiales y les da materialidad a los textos” explica el doctor en Arquitectura, arqueólogo urbano e investigador principal del CONICET, Daniel Schávelzon. Y remarca: “Encontrar objetos religiosos y domésticos afro en una habitación de la casa de una familia importante de Buenos Aires, en la cual vivía una docena de esclavos, te da la posibilidad de reconstruir la vida de esa población tan invisibilizada.”
En los cuartos ubicados en el fondo de los caserones coloniales, así como también en sitios públicos como la Plaza Roberto Arlt, la arqueología urbana ha hallado numerosos objetos propios de la cultura africana: muñecos de vudú y piedras usadas para magia adivinatoria, pipas de origen afro, vasijas y utensilios con dibujos e inscripciones muy antiguos, constituyen algunos de estos elementos.
–¿Cree que los objetos encontrados demuestran que la población afro mantuvo un tipo de resistencia cultural silenciosa frente a la esclavitud?
–Yo creo que sí. Uno lo que hace en arqueología es primero encontrar los objetos y después, según el contexto, puede empezar a inferir cosas. Que tanto tiempo después se mantengan esas prácticas escondidas nos habla de una resistencia no violenta. Es una resistencia más escondida y difusa, pero demuestra que los afro no tenían el cerebro lavado. En la década del ´50 en EE UU surgió una nueva corriente antropológica que planteaba que los eventos tan traumáticos como la esclavitud producían la estupidización masiva de la población, es decir, que el lavado de cerebro era posible. Lo que se empezó a pensar con la posmodernidad es que ese lavado de cerebro no existe. Entonces, yo creo que los afro mantuvieron una resistencia cultural silenciosa, y la identidad y la memoria llegan hasta hoy de muchas maneras.
–Además, no solo en Argentina, en su libro Buenos Aires negra, usted menciona que se encontraron objetos similares en toda América…
–Por supuesto, la diáspora africana fue compleja. Los europeos llegaban a un pueblo, cargaban un barco con esclavos de África, que tal vez venían de un mismo pueblo y eran familiares entre sí, y los distribuían por toda América. Entonces, la cultura afro está dispersa en todo el continente porque así fue la repartija.
–¿Qué valor tenían para los africanos y afrodescendientes este tipo de objetos encontrados?
–Es difícil saberlo. Para los africanos trasladados deberían tener un valor muy importante porque era lo único que los unía a ese mundo del cual salieron, al cual no podían volver y que además no tenían la más remota idea de dónde quedaba. Porque nosotros, desde nuestro lugar y época, estamos pensando en un mapa, pero los africanos no tenían ese mapa.
–En ese sentido, la arquitectura de la Buenos Aires colonial también revela muchas cosas…
–La arquitectura es muy importante. Todos hemos visto planos de casas coloniales, también censos que dicen cuántos esclavos había. Pero nadie informó sobre las condiciones de vida de los esclavos en los caserones porteños. La arquitectura revela que existían familias con 15 esclavos y estos vivían todos en un cuarto de tres metros por tres metros .
El Racismo Nacional
La situación de los afroargentinos del tronco colonial está lejos de responder al imaginario colectivo. Siglos de invisibilización dificultan el recuerdo de su paso por el país y su gran influencia en la cultura porteña. Por ejemplo, el lunfardo está plagado de palabras de origen afro, como “mina” (en referencia a la mujer), “quilombo”, “mondongo”, “mucama” y “tamangos”, entre otros. “Los porteñistas las disfrazaron de herencias europeas o lunfardos carcelarios pero, en realidad, son palabras que vienen de África”, destaca el arqueólogo.
Según Schávelzon, el siglo XIX estuvo signado por el racismo, y esa situación se mantiene hasta el día de hoy. Esta tendencia –según explica– es lo que provocó que se desconozca que durante largo tiempo el 30% de la población del país era de origen afro y que muchos de ellos llegaron a ser reconocidos escritores, músicos, periodistas y políticos.
–¿Cree que el racismo fue funcional al proyecto de nación blancaeuropea que caracterizó al siglo XIX?
–Sí, no cabe duda de que en la época colonial había una sociedad racista y esclavista. En Buenos Aires, hasta 1861 esto no estaba prohibido. Que San Martín, Rosas y quien sea tuvieran esclavos no era algo ilegal, lo que sucede es que hoy nos cuesta imaginar eso. La primera mitad del siglo XIX es una sociedad liberal esclavista y tenemos que asumirlo.
–¿Concuerda con la teoría que postula que en Buenos Aires los afrodescendientes se invisibilizaron para poder sobrevivir?
–Yo creo que sí. Hay que pensar en lo que era el nivel de castigo y represión. Hay que ubicarse en ese mundo terrible, violento y sádico en donde mucha gente se habrá reprimido para sobrevivir. Otros habrán tratado de acomodarse lo mejor posible. Una de las discusiones que yo tengo con otros académicos es que, según mi planteo, muchos afrodescendientes se ufanaron por los logros que tuvieron dentro de la propia sociedad blanca. Muchos llegaron a ser altos coroneles del ejército, diputados, etc. Mi pregunta es: ¿es un logro a la liberación de los africanos o es un logro a la adaptación de la sociedad blanca?
–Y ese racismo y esa invisibilidad también se ven hoy…
–Claro, pero de otra manera. Hoy no se los mata ni se los tortura pero es muy común en Buenos Aires que cuando alguien ve rasgos afro se considera que es descendiente de la población indígena, pero jamás se concibe como nuestra herencia afro. Es algo que no se ve y además está connotado con lo negativo. En la historia argentina el indígena existe, pero el negro no.
Fuente: Tiempo argentino