Escriben Susana Sassone y Carolina Mera
Coreatown, Pequeña Corea, Little Corea, Baek-ku. Todas ellas son formas de nombrar a este subbarrio, habitado por sectores medios y populares. Desde la avenida Eva Perón hasta Castañares, y con una gran concentración en la avenida Carabobo y la calle Corea se encuentra gran parte de la comunidad coreana de la ciudad.
Al límite de una villa de emergencia donde residen otros inmigrantes, en general migrantes internos y de países limítrofes. Sin embargo, es una zona con una óptima red de trasporte público: colectivos hacia todos los centros importantes de la ciudad como la Estación de Retiro, Once y Constitución, línea de subterráneo, y grandes Avenidas que conectan al barrio con el resto de la ciudad. Es notable la presencia de grandes veredas que durante el auge de la comunidad coreana en Buenos Aires (1989-1995) permitieron una vida social importante.
Lo que comúnmente se conoce como el “barrio coreano”, Baek-ku, se concentra en la Avenida Carabobo (que cuadras más tarde pasa a llamarse Corea) desde Av. Eva Perón hasta Castañares y hacia los alrededores. En calles cercanas se instalan las residencias, y en otros barrios como Caballito (en la Av. Avellaneda) y Once, los comercios de venta textiles. Se encuentran allí todo tipo de comercios, la mayoría de los cuales tenían hasta fines de los 90, los carteles y leyendas en coreano: panaderías, video-clubes donde todos los títulos están en coreano, casas de modas, salones de belleza, peluquerías, dentistas, garajes, talleres mecánicos, supermercados coreanos, casas de arroz, restaurantes, pescaderías, agencias inmobiliarias, casas de computación, de regalos, el Golf Shop, la Confederación Argentina de TAE KWON DO, estudios contables, una farmacia, compañías de remises, agencia de viaje y turismo, etc.
Se trata de comercios que se dirigen a población “coreana”, los menús, carteles de publicidad y precios están en coreano y no hay estrategias para llegar a otro público. Durante los primeros años de la década del 80, esto provocó descontento entre la población del barrio que manifestó su disconformidad. Además, en la mayoría de los casos, los vendedores no hablan español, los productos no están preparados para la venta y consumo de no coreanos, (pescado seco, algas de mar, nabos gigantes y otras verduras aún no conocidas en Argentina) o simplemente porque a causa del tipo de embalaje resulta casi imposible identificar el contenido.
Todo está preparado para el consumo étnico-comunitario. En el barrio hay espacios que permiten desarrollar una vida asociativa intensa. Algunos ejemplos son: 1) bares y cantobares para las diferentes edades, los que están destinados a las personas mayores venden bebidas con alcohol de Corea (Soju), atendidos por mujeres, mientras que los restaurantes son atendidos por los dueños; 2) iglesias, encargadas de hacer la conexión entre los individuos de los diferentes espacios de la comunidad; se encuentran allí la iglesia católica, la mayoría de las iglesias evangelistas de la comunidad coreana registradas en Buenos Aires y los dos Templos budistas; 3) asociaciones, medios de comunicación (diarios y radio) y comercios vario; además de la Asociación Coreana en Argentina existen otras de carácter muy diverso: por origen de Provincia, por Universidades y Escuelas de graduación en Corea, por actividades laborales desarrolladas en Corea antes de emigrar, deportivas, artísticas y de escritores. Hay asimismo asociaciones relacionadas con las diversas opciones de vida en la ciudad de Buenos Aires: de comerciantes, de industriales, de profesionales (médicos, abogados, contadores, etc.) de estudiantes, de jugadores de golf y de ancianos. Entre las mismas también se encuentran el Club de calígrafos, el Grupo de estudio de la cultura de los inmigrantes coreanos, el Grupo de Bellas Artes y las iglesias cristianas. Esta amplia gama de instituciones juega un rol muy importante en la forma en que las personas ordenan su vida cotidiana y contribuye fuertemente al desarrollo de la vida de la comunidad en nuestro país (Mera, 2005 b).
El domingo es un día particular en la vida del barrio, en las calles de la zona los transeúntes son, en su gran mayoría, de origen coreano. Al salir de la iglesia se dirigen a los comercios y luego parten en sus autos o comen en algún restaurante. Durante la semana, el ambiente es más calmo, se ven más pobladores no coreanos en las calles, pero sobre todo llama la atención la presencia de bolivianos y paraguayos. La avenida Castañares, límite de las villas funciona como barrera simbólica hacia zonas consideradas como peligrosas para los habitantes de este lado del barrio.
Más allá del centro comercial se instalan las viviendas particulares y algunos otros servicios de manera dispersa en las calles aledañas. Entre el año 1997 y 2000 han proliferado los restaurantes y comercios en las calles perpendiculares a la Avenida Corea y Castañares, corazón del barrio. A pesar de la decadencia del barrio, las principales iglesias, la escuela (ICA) y otros servicios no pueden trasladarse de esta zona, por tanto el barrio continuará con parte de su funcionalidad.
(*) Las autoras de este artículo son integrantes, en el caso de Susana Sassone (CONICET, Argentina) y Carolina Mera pertenece a la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Argentina.