Desde hace décadas aumenta el número de personas que viven más de 100 años. Para 2022, según algunas estimaciones, eran casi medio millón en todo el mundo. De ellas, medio millar supera los 110 años y pasa a formar parte del llamado club de los supercentenarios.
La longevidad extrema, según esta investigación de la Universidad de Washington publicada hace unos años, continuará en aumento porque los expertos consideran que hacia finales del siglo XXI será posible vivir hasta los 125 años, o incluso 130 años.
El récord entre los supercentenarios lo ostenta la francesa Jeanne Calment, que murió a los 122 años. En la actualidad, la persona viva más anciana del mundo es la brasileña Inah Canabarro Lucas, con 116 años.
La manera de llegar a edades tan avanzadas todavía es un misterio. La genética y el estilo de vida, sin duda, influyen, aunque no explican del todo el porqué de esta longevidad.
Quién es la persona más longeva de Argentina
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Hasta junio de 2022, la persona más longeva del país era Casilda Benegas de Gallegos, que ese mes falleció a los 115 años. Nacida en Paraguay el 8 de abril de 1907, vivía en la Argentina desde 1945. Casada con Benigno Gallegos, tuvo dos hijos, ocho nietos, ocho bisnietos y tres tataranietos.
En diciembre de 2020, luego de sobrevivir a la pandemia, Casilda se convirtió en la mujer de mayor edad del país. Desde los 106 años vivía en una residencia para ancianos de Mar del Plata, donde falleció.
Desde entonces el título de “persona más longeva” recayó en Isabel Barletta, que nació el 12 de septiembre de 1911 en el barrio de Flores. Durante su infancia vivió en una casa que su padre y hermanos construyeron sobre la calle José Martí. Estudió historia del arte, dibujo y pintura en la escuela Fernando Fader.
Según un artículo del sitio Supercentenarians, Isabel atribuye su longevidad “al respeto por los demás, a la ayuda a los necesitados y a la apreciación de la naturaleza”. La longevidad parece ser hereditaria, ya que su hermana Deolinda, con quien ella vivía en 2018, entonces tenía 104 años.
En 2014, Isabel dio una breve entrevista al diario La Nación. Entonces, recitó, con “impecable memoria y dicción” las primeras estrofas del Martín Fierro. “La rodeaban gran cantidad de manualidades, como flores de papel y abanicos de tela y encaje, que ella misma había confeccionado”. Entonces, la acompañaba Deolinda (otro hermano había fallecido) y su sobrina Marta. Isabel no se casó ni tuvo hijos.
Haciendo gala de una buena memoria Isabel recordó cómo eran las casas bajas y las calles de barro de Flores en su infancia. “Tengo recuerdos de cuando todavía transitaban carretas tiradas por bueyes por la avenida Campana, que luego fue Avenida del Trabajo y hoy es Eva Perón”, recordó.
También habló sobre los primeros autos y teléfonos que hubo en Buenos Aires. Y aseguró que no necesitaba computadora. “A la computadora la tengo en el cerebro”, aseguró.
A los 102 años, Isabel no tenía ni colesterol alto, ni hipertensión, ni artrosis. Solo tomaba atenolol para el corazón y veía algo borroso, aunque no usaba anteojos. Según le dijo a la periodista, esa semana se había preparado papas fritas para comer. Eso sí, pasaba las noches casi sin dormir.