Buenos Aires, 20/11/2024, edición Nº 5191
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Las familias ensambladas crecen al mismo ritmo que los divorcios

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Pese a todo, vivir en pareja sigue siendo la opción más elegida. Una nueva forma de vivir en familia comienza a afianzarse.

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(Barrio de Flores) Acoplar, encajar, empalmar, enlazar, articular, unir, juntar. Todo eso es ensamblar. Tarea compleja, y sin embargo hay quienes la ejercitan a diario. Hombres y mujeres que se han casado, juntado, separado, vuelto a juntar, tenido hijos con una pareja y luego con otra. A veces todo muy rápido, casi sin respiro. Se dice que las parejas ya no aguantan nada, que no hay paciencia ni tolerancia, que los nenes van y vienen de una casa a la otra. Aún así, vivir en familia convoca y seduce. Lo dicen las estadísticas. En la ciudad de Buenos Aires las familias ensambladas crecieron un 50% desde 2011 a hoy.

Está habilitado que las parejas pueden separarse aunque tengan hijos, y eso antes no ocurría. Está claro que el vínculo con los hijos nada tiene que ver con el vínculo erótico de la pareja, y si no funciona, se separa. Luego puede ocurrir que se junten con otros que también han tenido hijos. Esta es una fuerte apuesta a la familia que requiere adultez y madurez, ya que no cualquier familia ensambla. Hay que saber que conflictos van a haber”, explica Cristina Castillo, psicoanalista de la Institución Fernando Ulloa.

El incremento de familias ensambladas de los últimos tiempos es consecuencia del aumento de separaciones y divorcios. El matrimonio ya no se percibe tanto como un proyecto para toda la vida. El matrimonio es cada vez menos frecuente y su disolución ocurre más a menudo y más temprano. Según algunas estadísticas, el 88% de los cónyuges de las familias ensambladas tienen menos de 50 años, y eso explica la reincidencia. Es indudable que el matrimonio y la familia ya no son lo que eran, y sin embargo, a pesar de su aparente devaluación, siguen siendo el modo preferido de vida para la mayoría, y quien se separa o divorcia se vuelve a casar o apuesta a una unión convivencial con la esperanza de no fracasar esta vez”, asegura Dora Davison, autora de “Los tuyos, los míos y los nuestros”.

María Esther de Palma, de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar, apoya el razonamiento pero marca un error: “En nuestra cultura la vida en pareja es lo más buscado porque la soledad cuesta mucho. Por eso en general todos vuelven a apostar por la familia, pero lo hacen con un pensamiento muy ingenuo que es ‘la primera vez me salió mal, ahora no me va a volver a pasar’, y no es así porque la familia ensamblada es mucho más complicada porque se multiplican las problemáticas. Reincidir no está mal, el asunto es cómo”.

Se trata de configuraciones complejas, con multiplicidad de lazos y vínculos. Entonces a veces se atascan en su desarrollo y pueden terminan en otro divorcio”, dice Ana Martínez, directora de la Fundación Familias y Parejas. Las principales problemáticas: “Los esfuerzos por hacerlas encajar en el modelo tradicional de familia nuclear; esto desencadena frustraciones, dolores, luchas de poder. La sensación de no lugar en la nueva pareja es otra de las situaciones que traen los pacientes a la consulta; la dificultad en los hijos para acomodarse a las normativas de dos hogares diferentes; las dificultades de las parejas que desde el comienzo de la relación dividen su tiempo entre el otro y los hijos; los sentimientos encontrados en los hijos por sentirse tironeados entre el padre, la nueva pareja de la madre o la madre y la nueva pareja de su padre; el manejo y distribución del dinero; la necesidad de acordar decisiones respecto de salidas y vacaciones con las ex parejas que provoca sensación de falta de libertad en las nuevas parejas”.

La familia ensamblada tiene una estructura diferente a la tradicional: hay más personas involucradas, mayor número de vínculos, niños que circulan entre distintos hogares que tienen hábitos y costumbres diferentes. Para que estas familias funcionen, sus pautas de convivencia deben ser acordes a su estructura. Esto lo ignora la mayoría de las parejas que apuestan a formar una familia ensamblada, y precisamente de este desconocimiento deriva la mayor parte de su problemática”, asegura Davison.

Es muy importante –agrega– que tanto el padrastro como la madrastra puedan crear de a poco un vínculo de afecto y confianza con sus hijastros antes de asumir el rol disciplinario, y para esto necesita el apoyo de su pareja. Por otra parte, en la familia ensamblada el dinero se comparte entre los dos hogares de los hijos, por eso los arreglos de buena fe son esenciales y sobre todo hay que evitar pensar que el dinero es una medida del amor”.

La familia ensamblada, una forma difícil del amor, pero que parece posible.

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