Buenos Aires, 04/12/2024, edición Nº 5205
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Cada vez hay menos albergues transitorios

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Es porque los albergues transitorios tradicionales han perdido atractivo en los últimos años y muchos cerraron. Ahora se busca alto confort y servicio que incentiven como programa a las parejas.
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Hasta fines de los 90 todo era más complicado. Pese a que las costumbres ya le habían empezado a abrir la puerta a los avances en términos de sexo, todavía era imposible que los padres aceptaran a sus hijos durmiendo con sus parejas, en casa. Había, entonces, que enfrentar una de las situaciones más difíciles para un hombre: saber invitar a una mujer a un “telo”. Y había, también, que entrar a esos telos; mirando que nadie mirara. Muchas eran habitaciones en las que había clientes y prostitutas y si tocaba esperar, era común estar con otras parejas que apretaban sin pudor. Pero esos telos, los de barrio, y todo el ritual de entrar y preguntar delante de otras parejas qué habitaciones hay, están desapareciendo. Desde el nuevo siglo.

Según la Cámara de Propietarios de Alojamientos, en la Ciudad existen cerca de 165 hoteles, 15 menos que hace diez años . Y sería el principio de una nueva movida inmobiliaria. Lo que antes ocurrió con los garajes y estaciones de servicio, hoy se ve con los establecimientos. Es que los albergues transitorios tienen todo lo que necesita el rubro: estacionamientos, salidas por dos calles, una buena cantidad de pisos, y ocupan lotes grandes. Algunos bienes hasta pueden llegar a ser reciclados .

Ejemplos son los casos de Tánger, que funcionaba en Gutiérrez al 2500. Hace cuatro años había pasado lo propio con El Disco, un albergue ubicado en Ortega y Gasset y Migueletes. Otro que cerró fue Yolli Bell, sobre Thames entre Paraguay y Guatemala. Y Sinclair, en esa calle entre Demaría y Cerviño. Y el mal momento también se percibe en las esquinas. No se ven a las promotoras repartiendo tarjetas con descuentos.

Los nuevos hoteles, y los que quedaron, apuestan a la gastronomía, a otro tipo de estética y decoración y a la privacidad. Y piensan, por sobre todas las cosas, mucho más en la mujer que en el varón .

José es el responsable de Tentaciones.com.ar, sitio que nuclea a casi 90 albergues transitorios de Capital y el GBA. Además de mostrar fotos de las habitaciones, mapas de cómo llegar, ofrece promociones imprimiendo un cupón . Dice que entre 2002 y 2003 cada hotel recibía hasta 400 cupones, de los que salían en los clasificados del diario Clarín. Y cuenta, también, que hoy cambió todo: “Yo tengo chicos de 18, 19 años que trabajan conmigo y cuando les pregunto a qué telo van, responden ‘ninguno’. Antes a ningún pibe se le cruzaba por la cabeza mantener relaciones en la casa de papá. Pero por la inseguridad, y lo económico, los padres lo aceptan. Eso perjudicó notoriamente a los telos”.

El rumbo de los antiguos hoteles alojamiento ha cambiado en la última década. “Somos de los cuatro o cinco hoteles nuevos de los últimos diez años”, cuenta Juan Carlos Domínguez, encargado de Torres del Lago, un lugar completamente antagónico a los telos de barrio. Dice que abrieron pensando más en la mujer que en el hombre. Y más en las parejas que en los amantes . Y también en la gastronomía: “Queríamos que visitarnos representara una salida . Aquí vienen, cenan, miran una película y se quedan toda la noche y hasta el mediodía”, dice Domínguez. Es que las habitaciones cuentan con superjacuzzis, bowling, mesas de pool. “Aquí salen del ámbito de sus hogares; la pareja se relaja. Las casas nuevas no son como las de antes; son de otro material. ya no es lo mismo hacer el amor en tu hogar. Por eso construimos este lugar”. El resto de los nuevos albergues apuestan a lo mismo que Torres del Lago.

Pero Domínguez, como todo el rubro, está preocupado. Los dos últimos años han sido muy flojos. Dice que es por el poder económico de la gente, y porque muchos pueden comprar o alquilar un departamento exclusivo para aventuras del amor.

A lo económico hay que sumarle el tema seguridad. “La gente ya prefiere no salir de noche de su casa”, agrega Domínguez. “Por más seguridad interna que tengamos, el afuera y la llegada y salida de nuestros clientes no dependen de nosotros”.

José, de Tentaciones.com.ar, cree que los telos siempre van a existir , que son un mito argentino . Pero sí aclara que muchos se están “hiper remodelando”. “Ya no son telos; son empresas de nivel.

Apuntan a un perfil muy alto, de cuatro o cinco estrellas . Capacitan al personal, invierten en cocheras y nuevas habitaciones”.

El año pasado, los telos como especie de institución cumplieron 75 años. En 2003, la tasa de ocupación, calculaban los hoteleros, era de apenas el 30% de lunes a viernes y del 40% los fines de semana. Nada, comparado con los añorados sesenta y setenta. Hoy es como todo. Dependen mucho de la altura del mes, y viernes y sábados son los días que más gente reciben. Los sábados por la tarde, se acercan muchos hombres, algo mayores. En el ambiente dicen que volvieron a los albergues quienes los colmaron en los setenta y ochenta. Tipos que con el milagro del viagra se dan el gustito de buscarse una amante y encerrarse una hora un sábado a la tarde.

La sexóloga Adriana Arias también dice que notó el cambio de los empresarios. De apuntar a otro tipo de clima para la pareja . “Esto permitió que mujeres con prejuicios al telo clásico, transgresor, de pensar lo que habrá hecho ‘otra sucia’ antes en el mismo lugar, tengan muchas menos dificultades de ir a un hotel”, asegura. Para Arias, los establecimientos se parecen cada vez más a las casas, evolucionaron en la estética; se aggiornaron. Y eso, para ella, está bien, es positivo. Siempre recomienda a las parejas que concurran a los telos con el fin de ganarle a la rutina. “Salir del ámbito de todos los días los aleja de los hábitos.

El erotismo no se lleva bien con lo rutinario . El telo estaba por fuera de la erótica aceptable y por fuera del amor: hoy es un espacio que integra mucho la sexualidad más femenina. Muchas parejas eligen para estimular el deseo a través de los sentidos y la imaginación”, explica.

Con los telos de hoy, apuntan a que pasar una noche allí con una mujer se acerque a una forma de halagarla. Algo que, dicen, puede hacerlas sentir distintas, especiales. Y que ayude a subir la imagen masculina para revalorarla.

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