(Barrio de Flores) Canela llega temprano al estudio de Infobae. Se la nota feliz. Con la alegría del sueño cumplido. Ella que siempre está del lado de la pregunta ahora se sienta del lado de la entrevistada pero igual pregunta. Quiere saber cómo fue leída su novela. Le interesa escuchar, como cuándo es anfitriona en sus programas de televisión. Fue convocada para hablar de su flamante novela, En brazos del enemigo, que Edhasa distribuye por estos días.
El libro cuenta la historia de Lucía, una joven que llega desde la lejana Cuesta Blanca a una de las casitas baratas de Flores en la Ciudad de Buenos Aires para inventarse a sí misma. En la gran ciudad conocerá a Charlie y a Primitiva, con quienes construirá un hogar que emerge del dolor. “La soledad está presente en todo el libro. Está en varios personajes y cada uno la vive y la sobrevive a su manera”, explica Canela.
-¿La novela era un género al que usted le escapaba? ¿Por qué en este momento de su carrera llega su primera novela?
Esa palabra llegar es verdad porque partí de un lugar en el que simplemente comencé a escribir una historia y me di cuenta de que la llegada estaba lejos. Era una historia de largo aliento y que me demoraría mucho tiempo, de hecho tardé cinco años en escribirla.
-Uno de los pilares del texto es la vocación como camino irrenunciable.
Uno de los grandes problemas de la educación es que no induce a buscar el propio deseo de ser algo o alguien y mucha gente va arrastrando una vida sin horizonte, sin sueños o con sueños pequeños que pueden limitarse a ir de vacaciones, hacer un viaje, tener un hijo. La vocación es algo muy hondo que uno va descubriendo y que hay que prestar mucha atención a las señales que te brinda el destino.
-Hay una traslación constante de los personajes, que no sólo es la principal de Córdoba a las casitas municipales de Flores, sino también el recorrido que atraviesa Buenos Aires e inclusive un viaje al exterior.
Esto habla de cómo el entorno nos condiciona. Cuando el personaje está en Brasil actúa como otra persona, se siente imbuida del clima de ese país, se siente muy envuelta en la musicalidad de la lengua, en el colorido de los negocios, en la imponencia del museo que visita. Hay una mirada previa que ella tiene sobre el país y ella constata eso y descubre otras cosas.
-Lucía se instala en el sótano de la casa de Flores y esa parece ser su trinchera para enfrentar la vida.
Es como una cueva, yo lo vivía más como una cueva. Además ella tiene como un observatorio, una ventanita que le permite a ella ver quién pasa, son todas cosas que ella descubre y traduce en su obra.
-Con la relación con Charlie parece que se van tejiendo dos historias paralelas y contradictorias: por un lado la del nacimiento y consolidación de la artista y por otro el del camino doloroso hacia la muerte.
Ella se enfrenta con lo de Charlie. La muerte del padre produce el encuentro entre ella y Charlie y es verdad que ella lo acompaña en ese tránsito a la muerte con toda la vitalidad que trata de transmitirle pero él no puede retribuir el amor que ella necesita. Le retribuye un afecto infinito, pero el amor de hombre a mujer él no se lo puede transmitir y eso produce un deslizamiento hacia una relación que se va muriendo. La muerte de Charlie, que se anuncia en la primera línea, él la busca para liberarla a Lucía o para liberarse a sí mismo.
-Existe un juego permanente entre dos voces narradoras. Párrafo a párrafo va de una primera persona a una tercera. ¿Como trabajó esas voces?
Me pasaron dos cosas: primero me molestó mucho la puntuación formal. No hay signos de interrogación, no hay guiones, no hay signos de exclamación. Me pareció que el lector tenía que poner su propio tono, le pido al lector un esfuerzo para que ponga su propio tono de interrogación. En cuanto a las voces es un continuo balanceo del relato: cuando habla Lucía en primera persona dice algunas cosas que la otra voz completa, entonces el lector va armando su rompecabezas.
Contratapa
¿Cómo se erige el corazón de una artista? ¿Qué sombras del pasado, que fantasmas y dichas del presente lo arropan? El resultado de esa alquimia, naturalmente, es su obra. Pero el tránsito hasta allí está marcado por el asombro y el misterio, por el éxtasis y acaso el vacío.
En brazos del enemigo descubre ese universo, el de Lucía, una joven que supo desde siempre que el arte era su destino y su forma de vida, su modo de ser. Lo supo en los días de la infancia, en el pueblo de Cuesta Blanca, y luego, ya crecida, cuando la familia perdió casa y sustento, ganando a cambio una mudanza a Buenos Aires. Lo supo en las horas de soledad; mientras era víctima del abuso y el silencio, mientras era testigo de la discriminación y la decadencia de su padre; en la decisiva amistad con Charlie, marcada por la muerte y la fragilidad; y lo supo sobre todo al descubrir la ciudad, con sus desbordes y su energía, con ese resto que la existencia no logra absorber y que la obra de arte recibe como alimento.
Con una prosa sutil, que va y viene en el tiempo, y que tiene el ritmo de una agitada añoranza, Canela compone un fresco que exhibe cómo una mujer aprende a mirar intensamente el mundo. Es una artista, sí, porque cada dato sensible, cada gesto de amor o cada gesto en suspenso, parece poder recuperarse en su trabajo y volverse luego un alegato contra el dolor. Pero quizás eso sea tangencial. Lo que emociona de este libro, lo que permanece en el lector, es Lucía, oscura y a la vez transparente, que se crea a si misma de la nada, extrema en los sentimientos, leal a la pasión y a la memoria.