(Barrio de Flores) Insiste en que no ofrece su casa para hacerse “la madre canchera“. Es más, sabe que a los chicos no les gusta ese tipo de actitudes, pero cuando sus hijos llegaron a la adolescencia el ritual estaba tan instalado que, según cuenta a La Nación Claudia Martínez, docente y madre de dos jóvenes que hoy tienen 18 y 21 años, no le quedó otra alternativa. “Prohibir es para un adolescente una invitación a actuar de manera clandestina, y ante esa chance prefiero ofrecer mi casa para que hagan una previa en lugar de que lo hagan en la calle, sin ningún tipo de control, o en la casa de otro.”
Según un estudio de la Universidad Abierta Interamericana (UAI) sobre el consumo de alcohol en los jóvenes -en el que se entrevistaron a 400 hombres y mujeres mayores de 18 años-, cinco de cada diez padres aprueban que sus hijos se reúnan con amigos y hagan una previa o preboliche. Y dos de cada diez, en su mayoría mujeres mayores de 50 años, les facilitan el alcohol bajo el argumento de que prefieren que tomen lo que ellos les dan antes de que los adolescentes decidan según su criterio.
“Es un tema difícil, y si bien cada familia procede del modo que mejor le parece, habilitar las previas en las casas hace que el consumo se banalice”, dice la psicóloga y docente de la UADE, Flavia Schlingmann.
Y agrega: “Permitirlo hace que el problema se naturalice en el ámbito más íntimo, que es la familia. En los talleres con adolescentes no son pocos los chicos que reconocen el consumo de alcohol como una situación riesgosa, pero a pesar de eso manifiestan que van a continuar haciéndolo. Está instalado. Es la manera en la que se divierten”.
Según un informe difundido por el Ministerio de Salud de la Nación, hace dos años, el consumo de alcohol en los jóvenes se duplicó en una década -desde 2001 hasta 2011 se observó un incremento ostensible (113%) de la prevalencia en estudiantes secundarios-. Para intentar buscar una explicación, el estudio de la UAI -en sintonía con la mayoría de las investigaciones al respecto-, indica que los adolescentes beben para deshinibirse, relacionarse con los demás y porque la mayoría de sus amigos también lo hace. Ante la pregunta sobre cuál es el principal objetivo de un “preboliche”, 8 de cada 10 padres coincidieron: “Se juntan para tomar alcohol“. Muchas veces ni siquieran van al boliche después.
El comienzo
El estudio Consumo de sustancias psicoactivas en jóvenes del Gran La Plata, hecho por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA), señala: “El consumo de alcohol por parte de los jóvenes se da en consonancia con una etapa en la cual el entorno social ocupa un lugar primordial: 7 de cada 10 jóvenes dicen que comenzaron a consumir imitando la conducta de amigos y/o conocidos o porque empezaron a salir, es decir, motivos relacionados con el mundo de la vida social y su entrada en el espacio público sin el control de los padres”. En contraposición, sólo 1 de cada 10 indica haber comenzado a beber por una actitud individual, como, por ejemplo, el gusto por el sabor de las bebidas.
Daniela Freire tiene una hija de 16 años, y en su casa “no se hacen previas”. Madre también de dos varones, de 20 y 23 años, afirma no desconocer cuál es el ritual de moda, pero, como no está de acuerdo, dice que no puede permitirlo. “Trato de que reflexionemos juntos, además de pedirles que entre ellos mismos sepan cuidarse y que si ven a uno de sus amigos en una situación riesgosa no lo dejen solo y pidan ayuda. Intento que se hagan responsables en las decisiones que toman”, admite.
Martínez sí habilita las previas, pero pone tres condiciones: “Nadie puede salir borracho de la casa. La idea es que compartan un trago en grupo. Tienen que estar atentos y avisarme si alguno está tomando de más para llamar a los padres. Y, como ahora la mayoría tiene registro, nadie se va de la casa manejando: colectivo o taxi”.
En relación con esto, y con los datos que surgen del estudio de la UCA, una proporción considerable de los jóvenes (6 de cada 10) declaró al momento de la encuesta que tenía amigos que se habían emborrachado en el último mes.
Delfina, de 16 años, dice que fue conciente de los riesgos del consumo excesivo de alcohol hace exactamente un mes. Estaba en la casa de un amigo en medio de una previa, regada con vodka, fernet y cerveza, cuando Juan desapareció de la habitación en la que estaban tomando. El joven vomitaba en el baño. Se preocuparon todos. La madre del organizador de la reunión debió intervenir. Llamó a un familiar de Juan para que lo fuera a buscar. El adolescente terminó internado.
“¿Vincularía la ingesta de alcohol con la violencia que se genera entre los jóvenes en las salidas nocturnas?”, se preguntó en la encuesta de la UAI. Y 9 de cada 10 dijeron que sí.
“La violencia existe porque estamos ante una sociedad que no sabe decir que no. Que no puede autolimitarse y resulta incapaz, por ende, de autoprotegerse. Los padres resultan cada vez más permisivos y los chicos creen que pueden hacer lo que quieran, casi sin consecuencias. Así, con la excusa de la desinhibición, caen en el consumo de alcohol o de drogas, y pierden el control de accionar, derivando en agresiones que han llegado a alcanzar la muerte de otras personas -reflexiona Edgardo Néstor De Vincenzi, rector de la UAI y presidente de la Asociación de Entidades Educativas Privadas Argentinas (Adeepra)-. La respuesta: encarar una reingeniería de la familia. Esta situación es fruto de la crisis del vínculo familiar, que es cada vez más profunda.”
Para Mirta Petrollini, supervisora y docente de la Institución Fernando Ulloa, “los padres hoy no quieren ser autoritarios, pero hay que entender que los adolescentes necesitan confrontar el modelo social y familiar, y que poner un límite es ayudarlos en su desarrollo y estructuración como sujetos”. Sin embargo, la especialista también considera que los padres no son los únicos responsables. “Es un trípode responsable que se divide en el Estado, la familia y la escuela.”
Como señala el reporte de la UCA, un indicador de vulnerabilidad se puede medir a través de la percepción subjetiva de facilidad o dificultad para acceder a las bebidas alcohólicas. “Indagados en este sentido, la amplia mayoría (9 de cada 10 jóvenes) señalaron que les resulta fácil acceder: 65%, muy fácil y 27%, bastante fácil. Y aún para los menores de edad, según confesaron 8 de cada 10, el acceso no es un problema, poniendo de manifiesto las falencias del cumplimiento de las leyes que prohíben la venta de bebidas a los menores de 18 años de edad”, concluye el informe.
Otro dato relevante que marcan los especialistas consultados es que al preboliche se sumó el abuso de alcohol durante el día, incluso antes y después de la escuela. De hecho, según la encuesta de la UAI, 4 de cada 10 adultos creen que hay un mayor ausentismo escolar por la resaca que llega en las horas posteriores al descontrol. La situación se agrava sobre todo en este segundo semestre cuando empiezan las fiestas de egresados. NR
Fuente: La Nación