(Barrio de Flores) Se habla de la villa 1-11-14 y sus alrededores (Barrio Illia y Barrio Rivadavia I y II) como el territorio donde conviven muchos de los ladrones que delinquen en Flores. Pero hace una semana, cuando los vecinos reclamaban seguridad frente a la comisaría 38° y pedían justicia por la muerte de Brian Aguinaco (14), muchos del Bajo Flores se quedaron con las ganas de ir.
“No fuimos porque nos enteramos de la protesta por la televisión. Si sabíamos antes hubiéramos ido”, dice uno de los tres habitantes de esta zona que recibieron a Clarín para contar que ellos también sufren la inseguridad. “Nosotros somos los que peor la pasamos”, afirma uno de ellos, al que en el texto se lo llamará Jorge. Y añade: “Salimos a trabajar y nos encañonan ladrones que sabemos dónde viven y quiénes son sus padres. Nos llaman por nuestros nombres; nos damos vuelta y nos asaltan”.
Los señalados tienen las particularidades de los detenidos por el crimen de Brian: son jóvenes (muchos son menores), se mueven en motos, y serían, en promedio, unos treinta. Desde el homicidio del adolescente -por el que cayó un chico de 15 años y un joven de 26, ambos de la 1-11-14- hay una banda del barrio que dejó de verse.
En este sector de ciudad las costumbres también cambiaron por el miedo: hay pasillos que fueron enrejados por sus vecinos y solo ellos poseen llaves para ingresar. Las rejas están igual o más presentes que en cualquier barrio porteño. Muchos garajes individuales y de los playones de los monoblocks fueron enrejados. Por los robos de autopartes y para evitar que los ladrones dejen autos robados que terminan incendiando si son recuperados por el sistema satelital. Algunos trabajadores se unen para contratar un remis del barrio que los lleva hasta la parada de colectivos, fuera de la villa. Otros se agruparon y juntaron dinero para colocar lomos de burro, ya que los ladrones entran y salen de la villa a toda velocidad en autos y motos.
Hubo épocas en las que algunos vecinos, encapuchados, se unían y salían de noche a golpear a los ladrones del barrio. Aunque eso ya no sucede, hay casos de reacciones aisladas. Hace unos meses, una vecina hirió con un arma al joven que la había asaltado, delante de sus compañeros de esquina. Sin embargo, la mayoría queda presa del miedo: hay mujeres que no salen a hacer compras si sus maridos no están en sus casas.
Los ladrones grandes del barrio también les tienen “respeto” a los que hoy son los “dueños del lugar”. No solo dejaron de comprometerse en la conducta de los más jóvenes. Ni bien pudieron, siempre a partir de sus robos, compraron casas en otros barrios (de clase media y hasta en countries) y se mudaron. “Cada tanto vuelven para saludar a sus familias en autos carísimos”, aclara Jorge. Y agrega: “Pero se van rápido, por estos pibes. Es que ellos andan enfierrados y no le ven sentido a tener que tirotearse por uno de los pibes que roban en el barrio. Pueden perder el respeto que les guarda el resto; se exponen. Es gente que roba mucha plata y sería una paradoja que caigan presos por tirotearse con uno de estos ladroncitos”.
Hartos de la inseguridad, los vecinos del Bajo Flores aseguran que hubieran querido formar parte de la protesta que terminó con la toma de la comisaría 38°, el lunes de la semana pasada. “Nosotros somos testigos directos de la corrupción policial: la Brigada y algunos patrulleros están pendientes de los que salen de comprar droga. Les roban a cambio de no llevarlos presos. Y Gendarmería, supuestamente, está para investigar a los grandes narcos pero no se ocupa de los robos que sufrimos”, explica una vecina que se identifica como Mara.
La mujer relata los asaltos contra sus familiares y algunos de sus vecinos. En paradas de colectivos linderas a la villa, en barrios como Caballito, Flores o Chacabuco. “Estamos en la misma situación. Solo que sentimos que los vecinos de esos barrios no conocen nuestra realidad, y queríamos difundirla. Dicen que nuestro barrio está lleno de ladrones y todo lo contrario: está lleno de gente que sufre la misma inseguridad que ellos”
Cada mañana, cerca de las 6, Mariano mete su revólver calibre 38 en el bolsito donde guarda los papeles de su auto, con el que trabaja como chofer profesional. Armado, conduce unas veinte cuadras hasta la casa de un familiar. Deja el revólver y se va a trabajar. Cuando termina la jornada laboral, lo mismo: pasa a buscar el 38 y así sí ingresa a su casa, en un complejo de monoblocks casi pegado a la villa. Esa es su forma de protegerse, aunque de madrugada no puede hacer nada. Ya sufrió cinco robos: le sacaron las ruedas y le rompieron los vidrios para ver si tenía algo de valor en el interior. “Acá llegué a ver a pibes robando el Día del Niño: le quitaban los juguetes que habían comprado los papás para sus hijos”, resume.
Jorge recuerda que en rol de Estado que a veces desarrollan los vecinos también les tocó ir a las casas de estos ladrones, para hablar con sus padres. “Casi todos nos decían lo mismo: ‘por mí, matalo, no lo puedo controlar. Acá también nos robó y nos pega. Ya no sabemos qué hacer con él’”.
Según los testimonios, hasta los vendedores de droga deben enfrentarse a estas bandas.En los últimos meses, asegura Jorge, algunos de estos ladrones coparon las casas de al menos dos narcos, quedándose con su dinero y su mercadería.
Los asaltantes apuntan a dealers argentinos que venden al menudeo, porque “con los peruanos nadie se mete”, explican quienes conocen el movimiento del barrio. Ellos tienen fama de pesados. Incluso, prohíben los robos en las zonas que manejan. A los de nacionalidad paraguaya se los respeta: andan de a grupos y son de animarse a tomar revancha. Los más asaltados son los vecinos de comunidad boliviana.
Para concluir, Mariano, el que sale armado cada mañana, recuerda una anécdota. Hace unos meses una cuadrilla del Gobierno de la Ciudad entró al barrio para mejorar la iluminación de las calles. Mientras los veían, los vecinos se les reían en la cara. Les dijeron que la luz no es impedimento para que dejen de ser víctimas de los robos; que ellos necesitan cámaras. Todavía las están esperando. NR
Fuente: Clarín