(Barrio de Flores) La escena de un grupo de personas que llega a un barrio vulnerable y propone organizar actividades, anota algunas de las urgencias de los vecinos, se saca fotos y luego desaparece para siempre se repite constantemente.
Es por eso que muchos se sorprendieron cuando la Fundación El Potrero llegó a zonas como el Bajo Flores y se quedó. La organización nació hace ocho años en el barrio Los Troncos, en Tigre, y de a poco se fue abriendo paso por más calles de tierra dentro de la Capital Federal. La sede Bajo Flores, la sede Padre Mugica, en la villa 31 y la del Barrio Obrero, en Villa Lugano. Algunos de los chicos llegaron incluso a probarse en clubes de primera, y por eso también sueñan los profes con el día en que tengan que pagar una entrada para verlos jugar.
“Es un pequeño emprendimiento de ayuda social que al ser con amigos lógicamente fluye mucho más”, le dice a Infobae uno de los fundadores del proyecto, Alfredo Romano. Entre otros de los logros a lo largo de estos años estuvo la alianza con Racing Solidario a través de “Fútbol para el Cambio Social”, una iniciativa que los ayudó a entrar el radar del fútbol grande, a partir del contacto con el club de Avellaneda.
“Lo que nos ha ido pasando con el tiempo es que uno se frustra porque hay chicos que evolucionan y toman un sendero lindo, cerca de la escuela, la familia, la educación y lamentablemente otros chicos se alejan más con el tema de las drogas, la calle, la violencia y finalmente lo que puede ser el crimen”, admite.
“Si un padre tiene que llevarlo a un club de barrio o a una escuelita muchas veces lo que pasa es que no tiene los recursos, o no tiene el tiempo, entonces para nosotros desde el principio fue una alegría enorme poder estar, porque los chicos te esperaban con los brazos abiertos para poder entrenar”, recuerda sobre las primeras experiencias, cuando la Fundación eran solamente un grupo de amigos con ganas de ayudar.

Y sigue: “Sólo con el boca en boca de que se está dando un taller de fútbol, donde hay un profe que todas las semanas va y entrena, que no falta, que hay pecheras, que hay normas para poder jugar, se llena. Hoy tenemos 50 o 60 chicos por taller y si pudiéramos tendríamos más, pero por un tema de limitaciones no podemos”.
Los profesores son del barrio y en el taller reciben chicos hasta los 14 años. La edad es siempre un tope difícil de establecer, más cuando muchos crecieron junto a la fundación, pero dicen los organizadores, se vuelve un límite necesario. Es en parte por eso que buscan no agotar el trabajo en el juego.
“Queremos lograr poder potenciar con distintas entidades que nuestros chicos también tengan la posibilidad de un oficio, de un trabajo digno o de poder formarse. Intentamos darles una beca alta, pero donde ellos también tienen que pagarse algo, para que sientan que todo requiere un esfuerzo, que las cosas cuestan y que no se regalan”, explica Alfredo.
En su página web Fundación El Potrero se define como “mucho más que fútbol” y habla de una “transformación social a través del deporte”. Los que la integran, un grupo de amigos que hace ocho años se propusieron ayudar, saben que no todos, con suerte unos pocos, llegarán a probarse en un club profesional, jugar en primera, ser futbolistas. Pero también que mientras persiguen ese sueño, sumando voluntades, es posible darles las herramientas que les permitan torcer el rumbo de las cosas. NR
