La historia del inigualable Alfredo Di Stéfano se fue modelando junto a figuras de primerísimo nivel. De carácter impetuoso, muy seguro de sí mismo, en plena evolución exhibía características notables, que preanunciaban un futuro crack. Cosa que ratificó con amplitud. Todos recuerdan los tiempos que estuvo a préstamo en Huracán y retornó al equipo de Nuñez, reemplazando a un jugador emblemático como lo era Adolfo Pedernera, quien se alejó de River Plate, al quedar deteriorado su vínculo con el club. Alfredo fue también Nº9 como Adolfo.
Su carrera era vertiginosa y el la acompañaba con su envidiable juego de cintura, tenía un certero y fuerte shot, no exento de soberbios golpes de cabeza. Contaba con otras virtudes: su colocación en la cancha y su olfato de formidable goleador. Alfredo era un problema para cualquier defensa, era muy difícil marcarlo. Para cada opción propuesta por sus rivales, “La Saeta Rubia” tenía recursos varios para anularlas. En aquellos tiempos, los zagueros eran lentos y pesados. Saltaban muy poco y marcaban en zona. Esto hacía las delicias del gran centre forward.
Muy movedizo, si obtenía el balón a mitad de cancha iniciaba su endiablada carrera, desairando a las defensas rivales por buenas que estas fueran.
Yo era un niño y tuve la ocasión de presenciar el último partido de Alfredo vistiendo la casaca de la Banda Roja. Fue en el Viejo estadio de San Lorenzo de Almagro. Jugó un match memorable. La cancha repleta. Alfredo señaló un gol de tiro libre en el arco que daba a espaldas a la Avenida La plata. Obtuvo luego un gol más. El cotejo fue equilibrado. San lorenzo ofrecía resistencia y faltando minutos para el final, el Ciclón ganaba 3 a 2…Ahí fue cuando vino un centro desde la izquierda, encontró a Alfredo muy bien parado y apareció un cabezazo perfecto que dejó al arquero Carletti sin chances alguna.
Por equivocación, el arbitro anuló el gol del empate, por un supuesto off side que “yo no vi”. Los parciales millonarios se ofuscaron y comenzó a sacudirse una de sus alambradas. Por suerte, todo se calmó y elpartido concluyó con el triunfo del equipo azulgrana. Di Stéfano participó de una época de oro del foot ball argentino. Se aplicaba el 1-2-3-5, Alfredo tenía como laderos (se los llamaba insiders o entre alas, dos por la derecha y dos por la izquierda) que lo respaldaban brillantemente a José Manual Moreno y Angel Cabruna. ¡Qué jugadores! Y los wingers Juan Carlos Muñoz y Félix Lousteau ¡Sin palabras!.
Ese quinteto extraordinario inció un tipo de juego que se denominó “rotación”, dos excelentes exponentes de Boca Juniors, Claudio Vacca (arquero y Ernesto Lazzatti, un correlativo Nº 5, calificaron a “la máquina” como a la línea de ágilas de mayor poder ofensivo y muy difícil para la marcación.
Lamentablemente, dos días posteriores al match con San Lorenzo, Alfredo Di Stéfano junto a Néstor Rossi, tentados por una importante oferta incumplieron un contrato firmado; en forma unilateral y la Asociación del Football Argentino expuso a ambos. Players, quienes marchaban rumbo a Colombia, alistándose en el Club “Millonarios de Bogotá”.
En esas épocas, la prima era de $3000 más $1500 de sueldo , más premios. Los dos jugadores pretendían el doble. Por cumplir un reglamento uniforme River perdió a sus dos estrellas.
Alfreo firmó luego para el “Real Madrid” donde desarrolló una labor descollante. Los españoles le dispensaron su simpatía. Lo apodaban “Di”. Más adelante fue director técnico de River Plate y también de Boca Juniors.
Yo cursaba estudios secundarios en el maravilloso Colegio Nacional Nº9 “Justo José de Urquiza” (antes funcionaba en Bonifacio y Carabobo), sita a una cuadra y media del domicilio del goleador. Lo vi transitar por esas veredas muchas veces. Andaba siempre de traje (al menos yo pude observarlo así). Todo en horas vespertinas. Era un ciudadano, un muchacho más. Su paso rápido y a la vez sereno, rosado de tez y luciendo la cabellera rubia que determinó el apodo de “saeta rubia”. Era alguien que sentía la alegría de vivir. Sin acartonadas actitudes.
Una tarde, al salir de mi colegio y dirigirme a la calle Directorio en espera del tranvía 88 que me trasladaría a mi casa, apareció Alfredo, entró a un comercio de compostura de calzado y allí compró golosinas, convidó a una ocasional clienta y cambió algunas palabras y ascendió al colectivo 25. No lo vi nunca conducir vehículos en aquellos tiempos.
Relataré otra singular anécdota. En una tarde ya estival, al salir del colegio, nos hallábamos peloteando varios compañeros por la calle Pumacahua. Pasó la saeta. Entró en nuestro juego y nos obsequió un taco de los tantos que hacía en las canchas. Para nosotros, simples niños, era un acontecimiento.
En el petit hotel, su residencia desde joven, ubicada en la calle Carboob al 400, el tiempo no alteró la apariencia del mismo. Parece intacta. Un largo jardín conduce al casco de la casa. Se advierten flores armoniosamente dispuestas y sobre la verja que da a la calle, unas glicinas dan un toque nostálgico.
Si la memoria no me es infiel, Alfredo marcó más de 800 goles. Estrella de River, Millonarios de Bogotá, Real Madrid y presidente Honorario de la gran institución europea. ¿Se puede pedir más de un vecino?