Tres mil votos genuinos. Tres mil electores que cortaron Boleta. Tres mil que quisieron un cambio. Tres mil voluntades que no alcanzaron para integrar la Junta Comunal. Un 90 por ciento de los vecinos que cortaron boleta se dirigieron a la nuestra. Fuimos transparentes, abrimos la lista sábana y salimos a mostrarnos con debates, afiches, volantes, pasacalles y un periódico. Pero no alcanzó. Casi la mitad de los florenses usó un voto castigo hacia la Presidenta, pero se olvidó que ese mismo voto le iba a servir para construir. Se olvidó de la última parte de la sábana debutante, las comunas. No es mi intención ser Fito Páez, pero me pregunto: Durante cuatro años, ¿Flores pagará por esto? ¿O logrará beneficiarse? Lo bueno de poder escribir en un medio gráfico es que todo queda registrado de por vida.
Una fría campaña Kamporista en nuestra comuna le permitió sumar votos de los indecisos y pasarla bien entre globos de colores y mensajes vacíos de contenido. En mi caso personal, le entregué el cuerpo al barrio. Expuse todo mi conocimiento en cada una de sus cuadras con mensajes en forma de pasacalles, en casi 150 ediciones de Flores de Papel, en horas de trabajo pensando un gran plan para mi querido barrio. En horas quitadas a mi sueño, en horas robadas a mi beba de un año y pocos meses y a mi esposa, que ahora debo recuperar.
Agradezco a los “3000 de Flores” que me acompañaron; que como yo, creyeron en un Flores Potencia. Ahora me quedan cuatro años para seguir trabajando desde otro lugar. Trabajaré en recomponer mi interior, guardaré todas las muestras de afecto y amor por Flores, que muchos de ustedes me demostraron en esta dura campaña. Me seguirán viendo caminar estas calles, los seguiré saludando, pero no me pidan o reclamen nada en forma verbal. Háganlo a través de un mail o un llamado telefónico, dejando su nombre, apellido y dirección.
El sueño vecinalista se ha dormido por un largo tiempo. Mi participación vecinal será en cuidar el frente de mi casa, su jardín de la ochava, los tres árboles de la vereda. Ni más, ni menos.
En unos meses, recuperaré los tres kilos perdidos de un cuerpo ya flaco. Dedicaré más tiempo a la investigación para mi tercer, cuarto y quinto libro, que concluiré en los próximos tres años.
En cuanto a este periódico, buscaré que siga siendo gratuito y que siga siendo un fiel observador de la realidad barrial. Incorporaré nuevas jóvenes plumas y agregaremos flamantes fotógrafos, que se irán sumando a nuestro equipo de trabajo.
Reitero el agradecimiento a aquellos tres mil vecinos que me dieron su voto. Se notó. Hasta Clarín.com a las 22.50 de ese mismo domingo lo subió al portal más leído en América Latina y comentó sobre una “victoria simbólica” de un vecino de Flores. Yo también lo vi. Le dimos un susto, pero no alcanzó. Buscamos un batacazo, una revolución silenciosa y pacífica, un despertar de una anestesia decadente. Pero no alcanzó.
Estoy feliz porque dejé hasta la última gota de sudor por mi barrio. Fue una experiencia única. Inolvidable. Muy motivadora. Tengo cientos de anécdotas guardadas en mi mente, pero me quedo con una. La de mi ahijado Máximo de 4 años, que levantaba los volantes con el rostro de su padrino del piso, cuando volvía caminando del Lasalle. Para Maxi y tantos otros vecinitos de Flores era mi proyecto de construcción. El y otros tres mil se dieron cuenta que había que levantar a Flores del piso. Pero no alcanzó. Hoy, mi ahijado, con su sonrisa, me seguirán levantando junto a mi beba Lucía, mis sobrinos Agustina, Carito, Axel y la benjamina, Alma: todos con domicilio en Flores. Ellos me ayudarán a “levantarme y andar”, como decía el maestro Facundo Cabral.
Quizás cometí errores de marketing. Quizás la gente quería comer un plato que mi carta de menú no incluía. Un 3 de agosto de 1999 fundé este periódico. Hoy, doce años después, mis golpes de teclado se toman licencia de esta contratapa por un indefinido tiempo…
Escribe Roberto D´Anna