Buenos Aires, 08/09/2024, edición Nº 5118
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Reliquias olvidadas en el Banco Ciudad

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Joyas, cuadros, grandes alfombras y muebles antiguos. La variedad de cosas olvidadas en el Banco de empeño

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(CABA) El tapado de piel está apoyado sobre un cajón de madera, cerca de alfombras enrolladas y cubiertas de polvo. “No lo toques porque te vas a llenar de pulgas“, advierte entre las estanterías metálicas el encargado del depósito donde se almacenan los objetos empeñados en el Banco Ciudad.

Pertenece a otra época. Tal vez hace 15 o 20 años se paseaba por teatros, desfiles y cócteles. Pero hoy está ahí, olvidado y rodeado de películas en VHS, candelabros, budas, computadoras viejas y una bicicleta oxidada.

Sin saberlo, la mujer que no pudo recuperarlo lo convirtió en el símbolo de la evolución que tuvieron los créditos pignoraticios en la ciudad de Buenos Aires, donde existe un mercado de, por lo menos, 25.000 clientes y un movimiento de dinero superior a los $ 80.000.000.

Cuenta la historia que la llegada de inmigrantes a fines de siglo XIX favoreció el mercado de la usura de la que eran víctimas italianos, españoles, franceses, alemanes y holandeses apenas pisaban tierra argentina. Fueron ellos los más favorecidos con el surgimiento, en 1878, del crédito por empeño con un marco legal, que comenzó a darles mayor protección a esas transacciones.

Pasaron más de 100 años desde la creación del crédito fundacional de la entidad bancaria y los préstamos prendarios siguen vigentes. Se mantuvieron a pesar del desconocimiento entre las personas bancarizadas y los cambios que tuvieron a lo largo de su historia.

De las prendas de vestir, los elementos tecnológicos y hasta dientes de oro que se empeñaban décadas atrás, a las obras de arte y joyas que en la actualidad son los objetos más comunes. Los clientes, a cambio, reciben el 50% del valor de lo que dejan empeñado, que luego pueden devolver de dos formas: hasta en 60 cuotas y con un interés del 32%, o a los 150 días, con una tasa del 40%.

Se lo ve como un crédito peyorativo, como para el que está de última. Pero es el más fácil de acceder porque el cliente cuenta con la plata en el momento“, cuenta a Carlos Leiza, gerente de Banca Social y Pignoraticio del Banco Ciudad. En la actualidad, la entidad cuenta con unos 35.000 créditos de este tipo -el cliente puede tener más de uno- de entre $ 3000 y $ 5000 aunque se ha llegado a empeñar una obra de Quinquela Martín tasada en 200.000 dólares.

En el depósito hay objetos empeñados -o abandonados- mezclados con otros sobre los que pesa una acción judicial, o destinados a la venta directa en subasta. Una casa de muñecas, de chapa oxidada contrasta con el glamour ochentoso de un juego completo de vasos y copas de cristal. En otro estante, solitario, se ve un estuche con cucharas de plata. Enfrente hay libros apilados y un microondas que aún tiene manchas de grasa.

El lugar está desteñido, sin el color de otros años cuando recibía todo tipo de objetos. En 2001, por ejemplo, cuando los clientes usaban el empeño como una forma de obtener dinero fácil para sortear las restricciones bancarias. “Hace unos cinco años comenzamos a restringir la recepción de objetos porque si no pierden su valor comercial, es decir, si lo que se empeña no le interesa a otra persona, corremos el riesgo de no recuperar el valor del crédito“, explica Leiza. En esa transición los objetos generales fueron dejando lugar a las joyas y las obras de arte, que hoy tienen sus depósitos especiales.

El 3% de los clientes no pueden cumplir con los plazos del banco y no recuperan sus objetos. Vencidos los 150 días o las 60 cuotas hay otros tres meses en los que se renegocian las condiciones para que la persona pueda devolver el dinero. De lo contrario se comercializan en una subasta pública donde también se ofrecen objetos que llegan al banco para venta directa.

Las joyas pueden llegar a valores superiores a $ 5000, según la disputa de los oferentes. Se venden todas. Sucede lo mismo con las obras de arte para las cuales existe un equipo especializado de tasadores. “En el mercado hay pintores que ya están establecidos con un valor fijo que aumenta o no de acuerdo con las modas. También están los históricos que nunca van a bajar su cotización, que se vuelven una inversión o un resguardo“, explica la jefa de tasaciones de arte del Ciudad, Cristina Alonso. “¿Qué parámetros usamos para tasarlas? Si aparece una obra sin antecedentes de valores lo interesante es ver la calidad: la realización, la técnica, la originalidad de la pieza y si incorpora algo diferente al arte argentino. Eso sucede, generalmente, con los artistas emergentes“, agrega.

Como las obras de arte, hay objetos que no perdieron su vigencia a pesar de las décadas y los cambios. Ya no llegan inmigrantes que dejan dientes de oro como garantía de su préstamo. Pero hay quienes llegan con las piezas dentales doradas en la mano para cambiar su valor por dinero.

Fuente: La Nación

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