Buenos Aires, 27/07/2024, edición Nº 5075
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Cortes de luz: la solidaridad entre los vecinos

Situémonos. Es, quizá, la hora de la cena. Alguien prepara la comida en la cocina, otra persona prepara la mesa, los chicos están en la habitación jugando al los videojuegos o simplemente en la pc, viendo Facebook y chateando.

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Escribe Alan Ojeda

Situémonos. Es, quizá, la hora de la cena. Alguien prepara la comida en la cocina, otra persona prepara la mesa, los chicos están en la habitación jugando al los videojuegos o simplemente en la pc, viendo Facebook y chateando. La comida está lista, se llevan los platos a la mesa y se llama al resto de los integrantes  a comer. Ya todos sentados. Alguien está a punto de llevarse el primer bocado a la boca cuando las luces se apagan, como en el final de una obra de teatro. En el caso de que esto suceda en un edificio, acto seguido, alguno de los integrantes de la familia sale del departamento e intenta prender la luz del pasillo para eliminar sus sospechas. Se cortó la luz en Flores y en consecuencia dejó de andar el aire acondicionado, la bomba deja de proveer agua, el ascensor no funciona, la heladera deja de enfriar y hay que evitar abrirla mucho para que la comida no se eche a perder.

Desde diciembre pasado a estos días, la falta de luz parece despertar algo antiguo en nosotros, como el instinto animal del miedo a la lluvia. Nos desconectamos de las distracciones: no hay televisión, no hay computadora ni videojuegos. De pronto todos los problemas parecen mucho más reales. El calor, que en alguna época se toleró sin la ayuda de la tecnología, ahora es más pesado. La realidad, sin intermediarios, nos ataca de improviso. Despiertan, a la par, dos emociones contrapuestas: violencia y solidaridad. De la primera sobran los casos. Es conocido públicamente el caso del vecino muerto por un policía durante una protesta en la Avenida Directorio y Quirno. Cortes en la calle, gomas prendidas fuego, intentos de destrucción de la sede de Edesur ubicada en Lacarra y Alberdi. La gente en la calle grita y cacerolea, mientras los conductores insultan, se enervan y manejan a oscuras entre las calles de la ciudad que se ha transformado en un laberinto oscuro. Pero entre todo ese caos, pequeñas acciones dan un poco de luz, que si bien no es eléctrica, es humana, y por eso más importante. Las mismas causas que generan la violencia también despiertan empatía y unión.

En nuestro querido barrio de Flores los cortes de luz se hicieron notar por todas partes. Sobre varias avenidas, calles de todas las extensiones y hasta pasajes… Pero no todo fue penas, quejas y caos. También hay historias, pequeñas historias que muestran lo que pasa en un barrio cuando la necesidad apremia y es obligación organizarse. “Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera; Tengan unión verdadera, en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de ajuera.”, dice el viejo y querido Martín Fierro. En estas situaciones están, por un lado, los desamparados y, por otro, quienes tienen la posibilidad, por mínima que sea, de ofrecer una mano a los más desventajados. Un ejemplo de esta situación es lo que pasó en Rivera Indarte 232. Un vecino dueño de un local dedicado a la venta y alquiler de generadores se hizo presente en su edificio con un equipo electrógeno para mantener activos los funcionamientos mínimos, aunque sea para encender la heladera, poner en funcionamiento un ventilador o para que arranque la bomba de agua. Esto permitió que Martha Abans, de 77 años, que vive en un sexto piso y tiene artrosis en las dos piernas, y Humberto Yanniello, de 82 años y operado de la cadera pudieran tolerar mejor su cautiverio.

Otro caso es el de los vecinos con luz que congelaban botellas de agua para repartirla en el barrio a aquellos que por los cortes, no disponen de ningún tipo de mecanismo de refrigeración para la comida o simplemente para poder disfrutar de un vaso de agua fría. Esos vecinos son los mismos que se sumaron a las protestas, pese mantener el servicio, para acompañar en el sufrimiento y la indignación a quienes estaban siendo afectados por los cortes, sufrimiento y en la indignación.

Los comercios de Rivadavia que tenían luz o al menos mantenían en funcionamiento su local con grupos electrógenos, permitían a la gente del barrio o caminantes que cargaran sus celulares de forma gratuita para poder mantener la comunicación que, en estos casos, tan importante es para evitar tragedias.

Un caso de la solidaridad de los medios fue el de Esther Pereyra, una vecina del barrio de Flores que, con sus 93 años y viviendo en un cuarto piso, con las dificultades naturales que genera la edad, debió vivir dos semanas sin el servicio, hasta que el hecho hizo eco en los diarios y portales de internet. Ni bien la denuncia se masificó, Edesur mandó una cuadrilla con un grupo electrógeno para el edificio. Organizarse para conseguir agua, para ayudar a los más necesitados, como los abuelos que viven en los pisos más altos y no pueden subir y bajar continuamente para abastecerse de los recursos necesarios para aguantar el día, son solo unos pocos ejemplos de los que una situación de crisis puede generar. No hay que olvidar nunca que el barrio es una forma de organización social, en mayor escala, de algo similar a una tribu. Comuna, comunidad, cada barrio tiene su dinámica, como cualquier familia. Organizarse para ayudar es el reflejo de cuanto nos concierne a cada uno el bienestar del otro. La solidaridad que se hace presente en estos momentos de incertidumbre y caos –como también sucedió en 2001 con las asambleas- es un pequeño brillo de esperanza que hay que aprender a recuperar incluso cuando las cosas mejoran, porque luego la luz volverá, funcionará el aire acondicionado, la televisión, la pc y la consola de videojuegos, y en el pasar de las horas nos olvidaremos poco a poco de lo que hay del otro lado de la puerta, de quienes nos rodean. Que no haya que esperar a que un acontecimiento como el que sufren aun hoy vecinos de Flores –y también de otros barrios- para darse cuenta de la importancia de trabajar mano a mano con los vecinos. De esto depende no solo nuestra supervivencia en un mundo cada vez más predador y vampírico, sino también de que se hagan efectivas nuestras reivindicaciones y pedidos.

Al cierre de esta nota, actualmente los cortes y los reclamos continúan, al igual que la perseverancia de los vecinos que deciden seguir unidos frente a la desgracia.

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