Menos visitas y más flores artificiales en los cementerios

(Barrio de Flores) Lucía Ordero espera sentada (y resignada) que alguno de los pocos visitantes que entran al cementerio de Chacarita elija su puesto para comprar unas rosas. “Los únicos que vienen son mayores, con bastón. Los jóvenes se acercan el día que la persona muere y no vuelven más. En una época, la costumbre era pasar todas las semanas e ir cambiándoles las flores. Hoy llevan naturales para el momento y algunas de plástico para que queden”, dice. Estas últimas, las artificiales, se transformaron en el emblema del nuevo panorama: a la merma en las visitas cada vez más pronunciada se suman los que resisten y llevan su versión de plástico para que no las saquen y perduren hasta la próxima visita con fecha incierta.

Para Eduardo Macchiavelli, ministro de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad, “la sociedad está experimentando un cambio con respecto a la muerte. Se está perdiendo el culto al fallecido: cada vez menos personas visitan los cementeriosen fechas especiales, y los velatorios y sepelios están en vías de extinción”.

A la par, aumentan las cremaciones: en 2015, en Capital se realizaron 20.130 cremaciones mientras que el año pasado el número ascendió a 21.026. Y la tendencia en alza se sostiene desde hace tiempo. “En los últimos años, se incrementaron un 10% y hoy ya la mitad de los fallecidos son cremados”, destacaron voceros de Ambiente y Espacio Público porteño, del que dependen los tres cementerios de la Ciudad (Flores, Chacarita y Recoleta).

Los cuidadores ratifican la tendencia. “Trabajo hace 24 años acá y noto que viene menos de la mitad de la gente que antes. Este lugar estaba lleno de flores”, se lamenta Carlos, que es portero en el cementerio de Avellaneda. Hoy solo quedan las artificiales en algunas tumbas que se ven muy cuidadas y contrastan con otras criptas y bóvedas sucias, rotas y con ataúdes a la vista. “Parece que las nuevas generaciones tienen otra forma de recordar a sus muertos y los mayores, por problemas de salud, están viniendo menos”, se suma Miguel, que trabaja de seguridad en el mismo jardín de paz. NR

Fuente: Clarín