Con sangre en su cabeza y en sus patas de tanto rascarse, con la mirada triste y una actitud defensiva, así estaba Mica, la perra, que vivía en una cucha comunitaria que los vecinos de la Villa 1 11 14, en el Bajo Flores, le habían improvisado. “Mica estaba asustada y era lógico que intentara defenderse cuando quisimos acercarnos a ella. Tirar tarascones es normal ya que cuando los animales llegan a este estado de abandono, es muy raro que alguien los acaricie, los mime o siquiera los mire”, explica Gabriela Tenreiro, socia co-fundadora de la Fundación para la Defensa y el Control del Animal Comunitario (FundACo), una ONG que tiene una visión y misión de respeto por la vida de los animales que se ocupa del control ético de la población de perros y gatos en situación de calle.
Por suerte ese día, un grupo de voluntarios -entre los que se incluía un equipo de médicos veterinarios- se había instalado en el barrio para llevar adelante una campaña de esterilización de los animales de la zona. Y Mica no pasó desapercibida. “Fue una cuestiòn de minutos hasta que se tranquilizó y se dejó agarrar. El 90% de animales que vive en la calle sufre maltrato, los corren con patadas, escobas y en algunos casos les pegan, por mencional algunos de los horrores que tienen que enfrentar, por eso suelen estar a la defensiva. Ahora Mica se encuentra en un refugio, donde está siendo tratada por la sarna demodéctica que presenta y por su desnutrición. Una vez que termine su recuperación, se entregará en adopción”, aclara Gabriela.
El caso de Mica no es aislado, sino es el denominador común en muchas zonas del país. La situación de ella, como la de muchos otros que sobreviven en barrios de emergencia, es crítica. Hay diferentes casos: los animales comunitarios (aquellos que no tienen familia pero que son atendidos entre varios vecinos que se ocupan de la alimentaciòn y de proporcionarles algún lugar para dormir al resguardo, en la calle), animales abandonados (los que sobreviven comiendo lo que encuentran, apartados y maltratados) y animales que tiene familia (con un promedio de más de cuatro perros o gatos por cada una), que se interesa por su bienestar, pero que no cuenta con recursos para buena alimentación y atención veterinaria. Este panorama, sumado a la falta de ayuda del estado, deriva en superpoblación, desnutrición, diversidad de enfermedades, muerte por accidentes, muerte por maltrato, nacimientos en la calle sin expectativas de sobrevivir, y otras tantas circunstancias muy difíciles de controlar.
Desde FundACo entienden que la necesidad más urgente es controlar la superpoblación de animales comunitarios y abandonados. El mismo Colegio de Veterinarios reconoce que hay 6 millones de animales comunitarios o semi abandonados sólo en la provincia de Buenos Aires. “Para ello, desde la ONG llevamos adelante operativos masivos de esterilización de perros y gatos en distintas zonas del Gran de Buenos y resto del país. Estos operativos requieren donaciones, sponsors y sobre todo, de aquellos donantes individuales que amamos los animales. En nuestras campañas solemos encontramos con muchos animales con sarna avanzada, enfermedades infeccionsas como moquillo, lastimados por mordeduras, y/o desnutrición, que nos insumen muchísimos recursos que deberían ser destinados a evitar miles de nacimientos”, indica Graciela Finoli, actual presidenta de la Fundación.
Las cifras confirman la realidad a la que se vive en el país. Según las estadísticas de la ONG Humane Society de los Estados Unidos, de una hembra canina sin esterilizar y su descendencia, en 7 años, nacerán 5.432 animales más. En el caso de los felinos, el número se torna muy superior porque los celos de esta especie son cada dos meses. “Otra estadística dice que de cada 10 animales nacidos, 9 jamás encontrarán un hogar y aquí es donde se produce el fenómeno de la superpoblación, que es alarmante cuanto más faltos de recursos sean sus habitantes”, agrega Finoli.
Es una tarea titánica la que emprenden quienes se ocupan y preocupan por el bienestar de los animales. Y no sólo se trata de la falta de recursos, de la escasez de tiempo o de la dificultad de ayudar todos. “Aunque parezca un contrasentido, el gran problema que tenemos es la férrea oposición de los círculos de veterinarios a nivel municipal y de los colegios de veterinarios a nivel provincial. Lo ven como una competencia a su trabajo cuando en realidad no lo es, ya que la mayoría de los animales que traen a castrar en nuestras campañas, jamás serían llevados a consultorios particulares porque ese segmento de la población no puede (o muchas veces prefiere usar esos recursos en alimentarse ellos) llevarlos al servicio privado”, dice con resignación Tenreiro.
Incluso, muchas veces los profesionales denuncian las campañas en el Colegio de Veterinarios y no es posible continuar la tarea. “Todos nuestros profesionales tienen su título y matrícula al día según la provincia donde actúen, y un altísimo entrenamiento en cirugías masivas, pero así y todo son perseguidos y mal vistos entre sus propios colegas, por el sólo hecho de hacer esta tarea social que no es otra cosa que un beneficio para la salud pública y contribuye con un ambiente más sano. Porque, a menor presencia de animales en la vía pública, menos enfermedades zoonóticas habrá (rabia, parasitosis, hidatidosis, leishmaniasis, leptospirosis, etc.) y menor presencia de residuos esparcidos, deposiciones, ladridos”, explica Finoli.
Aunque en gran parte de los Municipios hay Centros de Zoonosis en los que se castra en forma gratuita, la realidad es que no se hacen más de 5 a 10 cirugías diarias cuando, según explican las representantes de FundACo, se deberían hacer entre 50 y 100 diarias de acuerdo a la población. “Por ejemplo, la ley No. 13.879 de la Provincia de Buenos Aires, además de contemplar que las cirugías de esterilización deben ser masivas y gratuitas, menciona que deben hacerse tantas como sean necesarias para equilibrar los nacimientos con las familias adoptantes y eso está muy lejos de concretarse, aún a 7 años de promulgada la ley. Y hasta tanto se logre este objetivo, no se entiende la gran oposición que genera nuestro tarea social entre veterinarios y funcionarios públicos”, dice con vehemencia Tenreiro. Por eso recalcan la importancia, por un lado, de concientizar a la población sobre lo necesario que es evitar la superpoblación de los animales de compañía y, por el otro, de lograr el apoyo a través de diferentes vías.